La refinería Dos Bocas, emblema del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, ha enfrentado múltiples retrasos, sobrecostos y críticas por su eficiencia. Prometida como la salvación para la autosuficiencia energética de México, la realidad muestra una producción que apenas alcanza una fracción de su capacidad instalada y un costo que se ha disparado hasta los 18,900 millones de dólares.
En el corazón de Tabasco, la refinería Olmeca, conocida popularmente como Dos Bocas, se erigió como un símbolo de cambio y esperanza. Con la promesa de procesar 340,000 barriles de petróleo diarios, se esperaba que esta magna obra transformara la dependencia energética de México, ofreciendo gasolina y diésel hechos en casa. Sin embargo, lo que se ha visto es una danza de cifras y plazos que parecen más una obra de teatro que un proyecto de ingeniería.
Las expectativas eran altas: producir 170,000 barriles diarios de gasolina y 120,000 de diésel. Pero la realidad ha sido mucho más modesta. En noviembre de 2024, la refinería solo logró procesar 14,362 barriles de combustibles, apenas el 17% de su capacidad instalada. El mes anterior, octubre, ni siquiera registró producción alguna, un dato que deja a muchos preguntándose si la «misión cumplida» proclamada por el ex-presidente era más bien una ilusión óptica de la política.
El costo, otro personaje central en esta narrativa, ha sido un tema de controversia y escándalo. Inicialmente estimado en 8,000 millones de dólares, la cifra se ha inflado hasta los 18,900 millones de dólares, según reportes oficiales de Pemex. Esta escalada en el presupuesto ha levantado sospechas y críticas sobre la gestión de recursos y la transparencia en el proyecto, con algunos señalamientos hacia la entonces secretaria de Energía, Rocío Nahle, por posibles irregularidades.
El impacto económico y social en la región también ha sido un tema de debate. Mientras unos celebran los empleos generados y el impulso económico local, otros critican la falta de beneficios tangibles para la comunidad de Paraíso, Tabasco. Las promesas de desarrollo y modernización se enfrentan a la realidad de una refinería que aún no ha logrado despegar como se esperaba.
La producción de combustibles sigue siendo una decepción. En junio de 2024, se procesaron solo 9,000 barriles por día, aumentando ligeramente a 65,406 en julio y alcanzando un máximo de 84,128 en agosto, solo para caer drásticamente a 18,118 en septiembre y nada en octubre. Estos números reflejan no solo problemas técnicos sino también un desafío en la planificación y ejecución del proyecto, que ha estado marcado por la urgencia política de mostrar resultados antes del fin de un mandato.
La refinería, vista desde el aire, es impresionante, con sus tanques y estructuras que parecen desafiar el horizonte. Sin embargo, lo que se ve desde abajo es una lucha constante por alcanzar la eficiencia prometida. Los trabajadores, aquellos que han visto nacer el proyecto desde sus cimientos, hablan de un esfuerzo continuo y de un orgullo nacional que se mezcla con la frustración de ver cómo la meta se aleja cada día más.
El debate sobre si Dos Bocas ha sido una inversión sabia o un pozo sin fondo de recursos públicos sigue abierto. Mientras algunos defienden la soberanía energética y el potencial a largo plazo, otros exigen rendición de cuentas y una evaluación crítica de los recursos invertidos versus los resultados obtenidos. La refinería Dos Bocas, en su majestuosidad y en su lucha, se ha convertido en un espejo de las ambiciones y las realidades de la política energética en México.