Durante mucho tiempo, los científicos se han preguntado qué ocurrió con la atmósfera de Marte. Aunque hoy el planeta es un desierto frío y árido, hace miles de millones de años fue un lugar donde fluía agua y su atmósfera era mucho más densa. Ahora, un nuevo estudio realizado por investigadores del MIT propone que la atmósfera perdida de Marte podría estar atrapada en su corteza, más específicamente, en arcillas conocidas como esmectitas.
El papel de la arcilla en la desaparición del CO2
Los geólogos Oliver Jagoutz y su colega Benjamin Murray descubrieron que, al igual que ocurre en la Tierra, las arcillas de Marte pudieron haber absorbido grandes cantidades de dióxido de carbono (CO2) a lo largo del tiempo. El proceso habría comenzado cuando el agua interactuó con rocas ricas en olivino, un mineral común en Marte. Esta reacción química transformó el CO2 atmosférico en metano, el cual quedó almacenado en las arcillas esmectitas que cubren vastas áreas del planeta.
El impacto del descubrimiento
El estudio sugiere que hasta el 80% del dióxido de carbono que antes formaba parte de la atmósfera de Marte podría estar ahora atrapado en la corteza. Este hallazgo no solo ayuda a explicar por qué el planeta perdió su atmósfera, sino que también podría tener implicaciones futuras: si el metano secuestrado en estas arcillas es recuperable, podría servir como fuente de energía para misiones humanas a Marte.
¿Una pista oculta a simple vista?
El equipo del MIT cree que la clave para resolver el misterio de la atmósfera perdida de Marte está, literalmente, «oculta a simple vista», bajo una capa de arcilla que cubre gran parte de la superficie marciana. Si bien las arcillas de la Tierra se forman a partir de la actividad tectónica, en Marte se habrían formado por la interacción prolongada entre agua y rocas, lo que permitió la acumulación de carbono en la corteza.
Este descubrimiento abre nuevas puertas a la exploración de Marte y plantea la posibilidad de utilizar los recursos naturales del planeta para futuras misiones. Además, aporta una nueva perspectiva sobre cómo la atmósfera marciana podría haberse transformado y almacenado bajo la superficie, ofreciendo una pieza clave para entender la historia geológica y atmosférica del planeta rojo.