La diabetes mellitus no solo afecta a los humanos, sino también a los perros y gatos, especialmente a los de mediana y avanzada edad. Se trata de una enfermedad crónica en la que el cuerpo no puede procesar correctamente la glucosa, lo que genera niveles elevados de azúcar en la sangre.
El diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado permiten que las mascotas diabéticas lleven una vida saludable. Sin embargo, requiere compromiso y constancia por parte de sus cuidadores.
En los perros, la diabetes suele presentarse en su tipo 1, donde el cuerpo deja de producir insulina. En los gatos, en cambio, predomina la diabetes tipo 2, caracterizada por una resistencia a la insulina, aunque aún se produce en pequeñas cantidades.
Algunos factores que aumentan el riesgo de desarrollar la enfermedad son:
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Obesidad
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Enfermedades hormonales, como hipotiroidismo en perros e hipertiroidismo en gatos
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Uso prolongado de ciertos medicamentos, como esteroides y progestinas
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Enfermedades crónicas, como infecciones recurrentes o enfermedad renal en gatos
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Edad y sexo, ya que las hembras tienen el doble de riesgo y los perros suelen ser diagnosticados entre los 7 y 10 años
Síntomas a los que hay que estar atentos
La detección temprana es clave para el tratamiento. Algunos signos comunes de la diabetes en perros y gatos incluyen:
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Aumento en la sed y la cantidad de orina
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Pérdida de peso inexplicable, pese a que el apetito aumenta o se mantiene
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Letargo y debilidad
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Cataratas en perros, que pueden causar ceguera progresiva
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Infecciones recurrentes, especialmente en la piel y el tracto urinario
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Postura anormal al caminar en gatos, con los tobillos casi tocando el suelo
Ante cualquiera de estos síntomas, es fundamental acudir al veterinario para realizar pruebas de glucosa en sangre y orina, ya que un diagnóstico oportuno mejora significativamente el pronóstico.
Tratamiento: insulina, alimentación y monitoreo
La diabetes en perros y gatos no tiene cura, pero puede controlarse con:
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Inyecciones de insulina: Se administran diariamente con agujas finas. La dosis varía según las necesidades de cada animal.
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Dieta específica: Los perros necesitan una alimentación rica en fibra y carbohidratos complejos, mientras que los gatos requieren dietas bajas en carbohidratos y altas en proteínas.
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Ejercicio regular: Ayuda a mantener estables los niveles de glucosa y controlar el peso.
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Monitoreo constante: Se recomienda medir los niveles de glucosa y realizar chequeos veterinarios periódicos.
En algunos gatos, un tratamiento con inhibidores SGLT2 puede evitar el uso de insulina y, en ciertos casos, lograr una remisión de la enfermedad.
Con un tratamiento adecuado, las mascotas diabéticas pueden vivir muchos años con una buena calidad de vida. No obstante, un mal control puede generar complicaciones graves como cetoacidosis diabética, infecciones recurrentes o hipoglucemia, que puede provocar convulsiones y pérdida del conocimiento.
Si bien el diagnóstico puede ser abrumador para los cuidadores, la constancia en el tratamiento y el seguimiento veterinario son esenciales para garantizar el bienestar de la mascota.