CDMX a 12 de diciembre, 2022.- Aunque temprano para cifras, el clero de la Basílica de la Virgen de Guadalupe habla hoy de récord de visitantes en el aniversario 491 de su aparición en el cerro de Tepeyac en la capital mexicana.
Después de dos años con enormes restricciones por la pandemia de Covid-19, este 2022 la Conferencia del Episcopado Mexicano decidió abrir de par en par las puertas del santuario a feligreses y pagadores de promesas del mundo entero.
Esto permitirá que, hasta mañana martes, cierre de la peregrinación, pasen por frente al segundo recinto de la virgen más visitado del mundo después de la de San Pedro en Roma, no menos de 10,5 millones de personas, la más alta en toda su historia desde que se inauguró el santuario el 1 de mayo de 1709 tras 14 años de construcción.
La basílica es visitada anualmente por 20 millones de personas del país y el extranjero (30 millones en la de San Pedro, Roma), pues La Morenita es venerada en numerosos países donde sus devotos hacen promesas que vienen a México a pagar, aunque el significativo es el 12, presunto día de su aparición a Juan Diego, nativo de Cuautitlán, quien buscaba ayuda para su tío enfermo.
Lo más tradicional -y congrega más feligreses- es la vigilia de la noche del 11 a la madrugada del 12, cuando un seleccionado coro de importantes cantantes nacionales, al estilo mariachi, cantan la tradicional Las Mañanitas a su patrona.
Es su cumpleaños y se celebra sin restricciones y por todo lo alto, no solamente en la gran explanada del complejo católico en la popular barriada de Gustavo A. Madero, sino en todas las ciudades de México, las alcaldías y barrios y el cielo se ilumina como si fuera de día, con los fuegos de artificio, mientras voladores y cohetones semejan bombardeos por su ruido.
Esa misma noche la gente que pernocta en cualquier lugar del barrio en carpas y donde sea pero lo más cerca posible de la iglesia, empieza a organizarse en una peregrinación que parece interminable para estar apenas seis segundos ante su efigie, pues de otra manera no podrían llegar a ella los millones que aspiran a mirarla y fijar su rostro en sus retinas.
Lo asombroso es que miles de pagadores de promesas salen a pie desde sus lugares de origen, una gran parte de ellos desde remotas regiones de otros estados, para estar antes de la medianoche del 11 y esperar el 12 para cantarle a la virgencita y alistar la entrega de su ofrenda.
Es tradicional que esos peregrinos no lleven nada de comer o beber, pues en su camino los devotos con quienes se cruzan, les ofrezcan alimentos y agua.
Muchos llegan muy adoloridos y los pies sangrantes, y la gente lo aprecia como algo natural y se persignan ante el doliente porque saben que está agradeciendo algún milagro muy grande.
Por su parte, desde 1824 el 12 de diciembre de 1531 cuando la virgen se le aparece por cuarta y última vez al indígena Juan Diego y le salva a su tío, el estado decretó este día Fiesta Nacional, que se mantiene hasta hoy.
En pago al milagro, Juan cumplió el pedido de la virgen de hablar con el obispo Fray Juan de Zumárraga, entregarle unas rosas que no se daban en el lugar, pero estaban allí, llevar el sacerdote al cerro y pedirle construir en ese lugar un templo.
Cuando Juan le entregó al clérigo el ramo de rosas, estas se convirtieron en la imagen de la virgen, lo que impactó al presbítero. La iglesia construida fue remodelada hasta llegar a la actual basílica.
Se trata, por supuesto, de la anécdota que adorna la liturgia pues no hay documentación que la avale lo cual ha dado pábulo a montones de especulaciones y suspicacias.
Por ejemplo, que fue un ardid de los colonialistas de Hernán Cortés para presionar el sincretismo religioso e imponer el catolicismo español, pero sobre todo eliminar deidades indígenas como la divinidad nativa de Tonantzin.
Haya o no razón para esas especulaciones, y más allá de si son ciertas o no, lo más importante es rescatar la fuerza feérica de la Virgen de Guadalupe, su arraigadísimo acento mexicano que la caracteriza, y el amor, bondad y humanismo que prevalece en ella en un país que lo necesita y anhela, inserto en un mundo convulso y violento.