Correr es una actividad física ampliamente practicada que puede ser adaptada a diferentes niveles de habilidad y objetivos. Sin embargo, un debate común entre los corredores es la velocidad a la que deben entrenar. Aunque muchos asocian el éxito en el running con la velocidad, cada vez más estudios y expertos sugieren que correr a un ritmo lento puede ofrecer beneficios significativos que a menudo se pasan por alto.
Prevención de lesiones
Una de las principales ventajas de correr a un ritmo lento es la reducción del riesgo de lesiones. Cuando se corre a alta velocidad, el impacto en las articulaciones aumenta, lo que puede llevar a lesiones por sobreuso. Correr lentamente permite que los músculos, tendones y ligamentos se adapten gradualmente al estrés del ejercicio, minimizando el riesgo de lesiones y mejorando la conciencia del cuerpo sobre la forma y el terreno.
Mejora de la resistencia
Correr a un ritmo más lento también es fundamental para desarrollar la resistencia. Este tipo de entrenamiento, conocido como «correr en zona 2», se centra en mantener un ritmo que permite conversar sin dificultad. Esto no solo mejora la capacidad aeróbica, sino que también aumenta la eficiencia del metabolismo, permitiendo al cuerpo utilizar la grasa como fuente principal de energía en lugar de depender únicamente de los carbohidratos. Esto es especialmente beneficioso para los corredores de larga distancia, ya que les permite mantener un esfuerzo prolongado sin agotarse rápidamente.
Desarrollo de una base sólida
El concepto de «base» en el entrenamiento se refiere a la capacidad física general que se construye a través de ejercicios de baja intensidad. Esta base es crucial para cualquier corredor, ya que permite realizar entrenamientos más intensos de manera efectiva. Los corredores de élite, por ejemplo, dedican aproximadamente el 80% de su tiempo de entrenamiento a correr lentamente, lo que les ayuda a construir una base sólida sobre la cual pueden realizar entrenamientos más exigentes.
Mejoras en el rendimiento
Contrario a la creencia popular, correr lento no significa que se sacrifique el rendimiento. De hecho, los corredores que incorporan sesiones de carrera lenta en su entrenamiento tienden a experimentar mejoras en su velocidad y capacidad aeróbica. Estudios han demostrado que los atletas que pasan más tiempo corriendo lentamente pueden ver un aumento en su VO2 max y en su velocidad de carrera, lo que se traduce en un mejor rendimiento general.
Aspecto mental y disfrute
Además de los beneficios físicos, correr a un ritmo más lento puede hacer que la experiencia sea más placentera. Las carreras lentas permiten disfrutar del entorno, socializar con otros corredores o simplemente relajarse. Esto puede ayudar a mantener la motivación y el disfrute del running, lo que es esencial para la sostenibilidad a largo plazo de esta actividad.
En conclusión, aunque correr rápido tiene su lugar en un programa de entrenamiento, los beneficios de correr lento son innegables. Desde la prevención de lesiones y el desarrollo de la resistencia hasta la mejora del rendimiento y el disfrute general, incorporar carreras lentas en la rutina puede ser una estrategia efectiva para cualquier corredor, independientemente de su nivel de experiencia. La clave está en encontrar un equilibrio que permita disfrutar de los beneficios de ambas velocidades.