Las redes sociales han tejido su camino en cada aspecto de nuestras vidas, aumentando nuestra dependencia de la tecnología para mantenernos conectados con el mundo. Un estudio revela que el típico uso diario de cuatro horas en dispositivos móviles acumula más de 60 días al año, según Reviews.org. Este fenómeno alimenta el FOMO, el miedo a perderse algo, que va más allá de no asistir a eventos sociales; afecta oportunidades laborales y relaciones personales.
Gabriela Martínez Castro del Centro de Estudio Especializado en Trastornos de Ansiedad señala que el FOMO está ligado a trastornos como la ansiedad generalizada y la fobia social. Este temor intensifica la necesidad de estar constantemente conectados, verificando nuestras redes sociales compulsivamente.
Recientemente, acciones legales han resurgido como respuesta a las preocupaciones sobre el impacto de las redes en la salud mental juvenil. El director general de Sanidad de Estados Unidos ha urgido a tomar medidas para proteger a los más jóvenes, y Nueva York ha demandado a grandes plataformas como TikTok y Facebook, alegando que promueven adicción y conductas perjudiciales.
Las redes sociales emplean algoritmos que fomentan el consumo compulsivo, creando una experiencia similar a la de los juegos de azar, diseñados para liberar dopamina y incentivar la repetición de conductas. Estas aplicaciones no solo capturan nuestra atención sino que manipulan nuestras emociones a través de la expectativa y el placer derivados de recibir «me gusta» y comentarios.
Un estudio del World Journal of Clinical Cases identifica dos fases del FOMO: la percepción de estar perdiéndose de algo y el comportamiento compulsivo para mantener conexiones sociales. Esto se traduce en síntomas como ansiedad marcada, irritabilidad y efectos nocivos en el sueño, que se relacionan con el uso excesivo de dispositivos móviles, también conocido como «mente de mono», donde los pensamientos fluyen sin un foco claro.
Para combatir el uso excesivo del móvil, expertos recomiendan establecer límites claros, como desconectar de las pantallas al menos una hora antes de dormir y mantener los dispositivos fuera de las habitaciones. Crear un entorno propicio para el sueño es crucial para evitar el ‘vamping’, el hábito de permanecer despierto hasta altas horas de la noche utilizando dispositivos electrónicos.
Finalmente, es esencial ser conscientes de cómo las redes sociales nos afectan emocionalmente y trabajar en construir relaciones más significativas fuera del ámbito digital. Esto puede ayudar a reducir los sentimientos de soledad y aislamiento, permitiéndonos vivir una vida más rica y conectada de manera genuina.