Por Bruno Cortés
En México, donde la justicia a menudo parece un chiste de mal gusto, el caso de Cuauhtémoc Blanco tiene todos los ingredientes de una telenovela barata: un héroe deportivo caído en desgracia, una acusación de intento de violación por parte de su media hermana y un sistema político que se tambalea entre la burocracia y la hipocresía. Pero no nos equivoquemos, esto no es ficción para pasar el rato; es un drama real que pone a prueba si la famosa Cuarta Transformación (4T) y sus promesas de cambio son más que discursos mañaneros. Mientras la Sección Instructora de la Cámara de Diputados decide si le quita el fuero a este diputado de Morena, el país entero espera ver si, por una vez, la justicia le gana al circo político.
El enredo legal: ¿Justicia o puro teatro?
La Sección Instructora, esa maquinaria legislativa que suena más importante de lo que actúa, está en el centro del escenario. Raúl Bolaños-Cacho Cué, del PVEM, sale al quite con su discurso de “vamos a actuar con responsabilidad y conforme a derecho”. Qué bonito suena, ¿no? Como si estuviéramos en un país donde las palabras y los hechos fueran primos hermanos. Pero la realidad es menos poética: el proceso lleva días empantanado, y el simple acto de notificar a Blanco para que responda la denuncia parece una misión imposible. Bolaños-Cacho insiste en que “no debería haber pretextos” para más retrasos, y tiene razón—excepto que en México, los pretextos son el pan de cada día.
Del otro lado, Germán Martínez Cázares del PAN sube el tono: “No me presto a ninguna impunidad, menos contra una mujer”. Suena duro, pero no es solo pose; está señalando lo obvio: este caso no puede ser otro archivo olvidado en el cajón de la burocracia. Martínez pide pruebas, perspectiva de género y respeto a la presunción de inocencia. Es una línea fina, claro, pero necesaria. Porque si algo hemos aprendido en 30 años cubriendo la política mexicana, es que aquí la justicia suele ser un lujo que pocos se pueden dar.
Juego de poder: El rey del balón en jaque
Cuauhtémoc Blanco no es un don nadie. Es el exfutbolista adorado que se convirtió en gobernador de Morelos y luego en diputado de Morena, un símbolo de ese populismo que tanto le gusta a la 4T. Pero ahora, con esta acusación colgándole como balón penal en el último minuto, se vuelve un dolor de cabeza para su partido. ¿Qué hará Morena? ¿Lo defenderá como a uno de los suyos o lo soltará como papa caliente? No sería la primera vez que vemos este guion: basta recordar cómo el partido manejó el escándalo de Félix Salgado Macedonio en 2021—primero lo respaldaron, luego lo dejaron caer cuando el costo político se hizo insostenible.
La oposición, con el PAN oliendo sangre, ya afila las garras. Martínez Cázares lo dijo claro: este caso probará si la 4T realmente está contra la violencia de género o si todo es “bla bla bla mañanero”. Y mientras los partidos juegan al ajedrez político, el tablero se ensucia con acusaciones cruzadas y oportunismo descarado. Total, en este país, los escándalos no se resuelven; se aprovechan.
Mujeres en la mira: ¿Otra promesa rota?
Hablemos claro: el caso de Blanco no es solo sobre él. Es sobre las mujeres que, día tras día, enfrentan un México donde la violencia de género es tan común que ya ni sorprende. Según el INEGI, en 2023, el 70.1% de las mujeres mayores de 15 años han sufrido algún tipo de violencia. Y aunque tenemos leyes rimbombantes como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la realidad es que su aplicación es un chiste—o más bien, una tragedia. Si la Sección Instructora no aborda este caso con perspectiva de género, como exige Martínez Cázares, será otra puñalada a las miles de mujeres que esperan justicia mientras el sistema las ignora.
Aquí no hay lugar para tibiezas. Una acusación de intento de violación, venga de quien venga, merece ser tratada con seriedad, no con los malabares legales que tanto le gustan a nuestra clase política. Si Blanco es culpable, que pague; si no, que se limpie su nombre. Pero que no se convierta en otro ejemplo de cómo el fuero protege a los poderosos mientras las víctimas se ahogan en el silencio.
El veredicto final: ¿Circo o justicia?
Mientras la Sección Instructora sigue en su reunión “extraordinaria” —que de extraordinaria tiene poco—, el reloj sigue corriendo. Este no es solo el juicio de Cuauhtémoc Blanco; es el juicio de un sistema que lleva décadas prometiendo justicia y entregando excusas. La 4T se jacta de ser diferente, pero este caso dirá si es cierto o si seguimos en el mismo México de siempre, donde los victimarios desaparecen tan fácil como las víctimas.
Bolaños-Cacho y Martínez coinciden en una cosa: no hay pretextos para más demoras. Pero en un país donde la impunidad es el deporte nacional, cuesta creerles. Ojalá me equivoque, porque si este proceso se convierte en otro show de trámites y discursos vacíos, la gran perdedora será la esperanza de que algún día tengamos un país justo. La pelota está en la cancha de la Sección Instructora. Que no la dejen rebotar hasta el olvido.