En septiembre de 2023, París experimentó algo sin precedentes: un brote de dengue local, el más al norte registrado hasta la fecha, con casos en personas que no habían viajado recientemente. Este hecho sorprendente no solo subraya el avance del mosquito Aedes hacia el norte de Europa, sino que también plantea preocupaciones significativas para los Juegos Olímpicos de 2024.
Con más de 10 millones de visitantes esperados, entre atletas, espectadores y turistas, el gobierno francés está en alerta. A pesar de los esfuerzos por controlar los mosquitos portadores de dengue en París, la pregunta persiste: ¿Será suficiente para prevenir una epidemia durante los juegos?
El fenómeno del ‘superpropagador’ es bien conocido en epidemiología. En el contexto del dengue, investigaciones en Perú han demostrado que pequeños espacios pueden ser responsables de grandes números de casos. Esta dinámica podría replicarse fácilmente en un evento internacional como los Juegos Olímpicos, donde personas de múltiples geografías se congregan en un espacio compacto.
El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades ha emitido recientemente alertas sobre el aumento de cuatro especies de mosquitos en el continente, lo que eleva el riesgo de transmisión de enfermedades como el dengue. Además, el dengue globalmente ha visto un aumento significativo de casos, de 5,2 millones en 2016 a 7,6 millones a mediados de 2024.
Los Juegos Olímpicos en Brasil en 2016 y el evento en Tokio destacaron los desafíos de gestionar riesgos de salud durante tales eventos globales. Para París, el reto es aún mayor dado el establecimiento reciente del mosquito Aedes en la región y el potencial de casos asintomáticos entre los visitantes.
El mosquito Aedes, perfectamente adaptado al ambiente urbano, necesita solo pequeñas cantidades de agua para reproducirse y puede sobrevivir períodos secos durante meses. La preocupación es que incluso un solo mosquito infectado podría desencadenar una cadena de transmisión durante los Juegos, lo que podría llevar la enfermedad más allá de las fronteras francesas una vez que los visitantes regresen a sus países.
Con la experiencia de Río y el Carnaval de dengue aún fresca, París enfrenta el desafío de asegurar que los Juegos Olímpicos no se conviertan en un catalizador para una epidemia mayor, una tarea monumental que está en el foco de las autoridades de salud pública y organizadores del evento.