Por Bruno Cortés
No todos los días San Lázaro se convierte en ventana al desierto del Sahara. Pero esta vez, en la Cámara de Diputados, las imágenes de una tierra lejana —y de una lucha que lleva casi medio siglo— encontraron espacio y voz. Fue en la exposición fotográfica “Realidad de la República Árabe Saharaui Democrática”, inaugurada por la diputada Dolores Padierna Luna, vicepresidenta de la Mesa Directiva, donde el Congreso mexicano decidió poner el foco en un pueblo que se niega a desaparecer.
Y no fue solo una muestra de arte. Fue una declaración política: México no es indiferente ante una causa internacional que tiene décadas pidiendo justicia. Padierna lo dijo claro y directo: el pueblo saharaui ha resistido el despojo, el exilio y el olvido con dignidad, con cultura, con organización, y sobre todo con la firmeza de quienes saben que su derecho a decidir su destino no es negociable.
Habló de los campamentos de refugiados en Tinduf, en Argelia, donde miles de saharauis han vivido por generaciones esperando el regreso a su tierra. Habló de los hospitales, de las escuelas, de las mujeres que sostienen la comunidad desde lo más básico hasta lo político. Habló de un pueblo que, aunque muchos prefieren ignorar, sigue presente y fuerte.
Y es que el tema no es menor. El Sahara Occidental, antigua colonia española, es hoy uno de los últimos territorios africanos bajo ocupación. Marruecos lo controla desde hace más de 40 años, pese a resoluciones de la ONU que reconocen el derecho del pueblo saharaui a organizar un referéndum y decidir su futuro. Pero el referéndum nunca llega. Y el saqueo de sus recursos naturales, como el fosfato y la pesca, sí sigue.
Padierna aprovechó el foro legislativo para subrayar que México, con su historia de luchas por la independencia y su política exterior basada en el respeto a la autodeterminación de los pueblos, no puede voltear la cara. Aseguró que la Cámara de Diputados tiene la responsabilidad ética de levantar la voz por quienes no la tienen en los grandes foros internacionales.
A su lado, la diputada María Magdalena Rosales Cruz no se quedó corta y señaló directamente a las grandes potencias que permiten esta situación porque se benefician de los recursos saharauis. Dijo que esta exposición busca romper con la invisibilización de una República que existe, aunque muchos la nieguen.
Por su parte, el diputado Pedro Vázquez González, del PT y presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores, dio el mensaje que muchos esperaban: México está con el Sahara. Dijo que este acto simbólico en el Congreso es prueba de que no están solos, y que el reclamo saharaui por libertad e independencia es legítimo y debe ser atendido.
La voz más emotiva, sin duda, fue la del embajador saharaui en México, Mujtar Leboihi Emboiric, quien agradeció no solo la solidaridad, sino el compromiso real que ha mostrado nuestro país. Recordó que México no solo ha hablado bonito, sino que ha actuado, respaldando a su pueblo en lo diplomático, lo educativo y lo humanitario.
Y sí, es cierto: México no tiene tropas, ni intereses geopolíticos en el Sahara. Pero tiene algo mucho más poderoso: una trayectoria histórica de defensa del derecho internacional, de apoyo a los pueblos oprimidos, y de saber —como decía Juárez— que el respeto al derecho ajeno es la paz.
Esta vez, la Cámara de Diputados no se llenó de grilla nacional ni de discursos electorales. Esta vez se convirtió en altavoz de una causa internacional, una que no se ve todos los días en las portadas, pero que importa. Porque mientras haya pueblos que resisten, y otros que los escuchen, la lucha no está perdida.
Y como bien lo dijo Padierna: el Sahara Occidental no está solo. Aunque esté lejos, hoy también vive en San Lázaro.