Por Bruno Cortés
En un acto sin precedentes de unidad y fervor cívico, el Zócalo de la Ciudad de México se convirtió en el epicentro de la «Marcha por Nuestra Democracia» este 18 de febrero, donde Lorenzo Córdova, exconsejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), se alzó como la voz principal en defensa de la democracia y la independencia electoral frente a las controversiales reformas propuestas por el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Con una asistencia que desafió todas las expectativas, variando entre las cifras oficiales de 90,000 personas reportadas por el Gobierno de la Ciudad de México hasta las 700,000 estimadas por los organizadores, la marcha destacó por su carácter ciudadano y apartidista, marcando un hito en la historia reciente del país. Córdova, con su característica elocuencia y firmeza, no solo criticó las reformas que, según él, buscan socavar la imparcialidad y autonomía del INE, sino que también respondió a las declaraciones de figuras como el exministro Arturo Zaldívar, enfatizando que el fortalecimiento de las instituciones no debe confundirse con su desmantelamiento o captura política.
El discurso de Córdova resonó con una audiencia diversa, desde ciudadanos preocupados por el futuro de su democracia hasta figuras políticas que, aunque no presentes, se vieron implicadas en sus palabras. La crítica al presidente López Obrador y su administración fue directa, señalando un intento de control político sobre el INE que comprometería la base misma de la imparcialidad electoral. A su vez, la respuesta del presidente, descalificando a Córdova como un empleado de administraciones pasadas, solo sirvió para encender aún más el debate sobre la autonomía y la relevancia del INE en el actual contexto político mexicano.
Más allá de las críticas y respuestas, Córdova hizo un llamado a la acción, instando a la participación en las próximas elecciones del 2 de junio y recordando a candidatas y candidato presidenciales la importancia de someterse a la Constitución y la ley. Su defensa de la democracia no se limitó a la esfera electoral, sino que abarcó aspectos fundamentales como la libertad de prensa y el acceso a la información pública, componentes vitales para una sociedad que busca ser justa y transparente.
Este evento marca un punto de inflexión en el debate sobre la democracia en México, subrayando la necesidad imperante de proteger las instituciones que garantizan la equidad y libertad en los procesos electorales. La «Marcha por Nuestra Democracia» no solo fue una demostración de fuerza cívica sino también un recordatorio de que la democracia, en todas sus formas, debe ser defendida por todos los ciudadanos, más allá de sus afiliaciones políticas. En un momento donde las tensiones políticas amenazan con dividir, la marcha emerge como un poderoso símbolo de unidad y compromiso colectivo con los valores democráticos fundamentales del país.
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