«La lucha por la vida», así describe Ana Lilia Rivera, presidenta de la Mesa Directiva del Senado, la batalla que se libra en la Cámara Alta para hacer valer el decreto emitido por el presidente López Obrador de no importar maíz transgénico para consumo humano. Esta determinación, aclara Rivera, no es solo una medida política, sino un llamado a proteger el corazón y el alma del México auténtico y resistente.
Para contextualizar este compromiso, el Senado ha inaugurado, coincidiendo con el Día Nacional del Maíz, una exposición fotográfica que retrata la esencia de un México que defiende su patrimonio cultural y agrícola contra la colonización y la globalización. Estas imágenes, según Rivera, no solo son un tributo estético, sino un reconocimiento a las comunidades y pueblos indígenas que han custodiado la «semilla madre» por más de 10 mil años.
La legisladora de Tlaxcala celebra la promulgación de la Ley Federal de Fomento y Protección al Maíz Nativo, que reconoce el maíz como un derecho humano vinculado a la salud y la cultura del pueblo mexicano. Gracias a esta ley, subraya Rivera, México ha iniciado el proceso de reducción en la importación de maíz transgénico, y, paralelamente, el país está eliminando gradualmente el uso del glifosato, un agroquímico que daña la tierra, el agua y la vida.
Pero más allá de la protección local, Rivera enfatiza que México se encuentra en una «disputa internacional» por el control del maíz. Recordó con orgullo que Tlaxcala fue pionera en esta defensa, al establecer en 2011 una ley local que considera al maíz como patrimonio alimentario y cultural de su pueblo.
El panorama se torna desafiante cuando grandes intereses económicos amenazan el legado del maíz. Con la expansión del neoliberalismo, señala Rivera, el control comercial sobre la semilla ha crecido, no solo con la contaminación transgénica, sino también con la manipulación genética del maíz, buscando dominar el mercado del grano más cultivado del mundo.
En palabras de Rivera, no defender al maíz y el decreto presidencial sería «una traición a la Patria». A través de este llamado, el Senado se posiciona como un baluarte en la protección de una de las riquezas más emblemáticas de la cultura mexicana.