CDMX, 5 de abril del 2022.- Con su atrevimiento lograron romper el programa, la planeación. Durante la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), en el Estado de México, varias personas arremolinadas en torno a una canasta de mimbre llamaron la atención de curiosos y periodistas.
Detrás de la canasta había una joven, la toluqueña Guadalupe Piña, quien aprovechó la falta de oferta alimenticia consolidada en la terminal aérea para colar sus productos: llamadas tlayudas por la audiencia, ella distingue en conversación con Sputnik que son tostadas.
Con una cuchara, a una tortilla alargada de maíz azul le embadurna frijoles y le espolvorea nopales, luego con la mano reparte queso rallado y cilantro, para coronar con salsa al gusto: verde o roja, como dictan los cánones.
Ahora, tras el zafarrancho en el aeropuerto de Santa Lucía, ubicado a unos 114 kilómetros al noreste de su residencia en Toluca y que desató tanto mensajes de apoyo como indignaciones clasistas, Piña vende sus alimentos en el Complejo Cultural Los Pinos, otrora mansión reservada de los presidentes de México y hoy espacio de esparcimiento social, a partir del 1 de diciembre de 2018, con el inicio del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Desde el sexenio de Lázaro Cárdenas, quien gobernó México entre 1934 y 1940, Los Pinos había sido un recinto reservado de Estado, vigilado por las fuerzas militares y el Estado Mayor Presidencial.
Frijoles, nopales, cilantro, salsa, queso.
© Sputnik / Samuel Cortés Hamdan
Hoy el patio en torno a la histórica fortaleza de Molino del Rey, identificado por el Gobierno federal como el Cencalli, la casa del maíz y la cultura alimentaria, se puebla con la venta de miel de abeja, cacahuates, huipiles, pozol, tlacoyos, cemitas poblanas, tlayudas, aguas frescas de arándano con xoconostle.
Y las tostadas enfrijoladas de la señora Piña, una joven de mandil acompañada de sus hijos, su esposo y su suegra.
Una oportunidad para trabajar
Guadalupe comenzó a vender tostadas a las 12 años acompañada de su hoy suegra, Silvia Martínez Olivar.
«La necesidad nos hizo trabajar, vi un espacio para trabajar y nos fuimos a trabajar», reconoce sobre su ingreso al AIFA, una de las obras emblema del actual sexenio.
«Yo digo que estaría bien porque hay que llevar nuestro producto a donde sea», comenta sobre la posibilidad de que el aeropuerto establezca un espacio fijo para la venta de tostadas entre sus pasillos, aunque reconoce que la idea únicamente está en el aire, sin que las autoridades le hayan hecho hasta ahora un ofrecimiento concreto y formal.
Piña relata que, tras el episodio del AIFA, decidió entregar una carta al presidente López Obrador donde le solicitaba oportunidades para trabajar.
«Y de ahí nos mandaron que nos esperaban aquí en Los Pinos», un recinto ubicado en la zona oeste de la Ciudad de México, más cerca de Toluca que el AIFA.
«Está bien que nos hayan abierto este espacio a todos», celebra.
Tlacoyos a la venta en Los Pinos.
© Foto : Twitter / @CC_Alimentaria
Aprendizaje de larga data
Su suegra, la señora Martínez, fue quien le enseñó el oficio a la joven Piña y platica en entrevista que ella acumula más de 31 años en el oficio.
«Cuando yo me casé mi suegra se dedicaba a hacer esto y entonces yo de ahí aprendí a hacerlas, y ahorita hasta la fecha seguimos», conversa.
Además, cuenta que usualmente buscan vender sus tostadas en la plancha del Zócalo, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, sin embargo lo complica la hostilidad de la policía, además de que tienen que cuidar simultáneamente la canasta de alimentos y a los niños que integran la familia.
«Antes toreábamos en el Zócalo, pero como traemos a cuatro niños luego nos corretean los policías y no podemos agarrar a los niños», confiesa.
En el vocabulario de los vendedores ambulantes del país, torear significa hallar huecos en la vigilancia policiaca para vender por unos minutos, recoger el producto conforme se acercan los rondines y volver a empezar, como quien trata de domar al toro en sus vaivenes agresivos.
«Escuché en las noticias que iban a inaugurar el aeropuerto, entonces les dije a ellos: ‘Vámonos a vender, a ver si vendemos’, y pues sí me hicieron caso y empezamos a preparar las cosas y sí nos fuimos», Así, Martínez revela ser la autora intelectual de la hazaña de venta en la terminal aérea de Santa Lucía, ocurrida el lunes 21 de marzo.
Gel antibacterial para procurar a los clientes.
© Sputnik / Samuel Cortés Hamdan
Luego de que la presencia de su familia en el AIFA generara resonancia mediática y política, Martínez reconoce que han recibido críticas desde diferentes flancos.
«Antes no era así, pero nosotros no nos esperábamos esto, lo que nos iba a pasar, ahora hablan mal de nosotros», apunta.
«Les hace mejor una tostada que todo eso», dice en comparación con la tradicional oferta aeroportuaria de donas azucaradas, refrescos, hotdogs, sándwiches, hamburguesas y otros alimentos muchas veces distribuidos por cadenas estadounidenses de comida rápida.
Acerca de la relación con los visitantes de Los Pinos, la suegra de Guadalupe Piña celebra la buena interacción con los comensales, mientras reconoce que algunos compañeros de la venta de alimentos tradicionales expresan su envidia.
Acusaciones de un montaje
Sectores de la oposición al Gobierno de López Obrador han especulado que la presencia de Piña y su familia en el AIFA se trató de un montaje para apuntalar un discurso en favor de la cocina tradicional mexicana, una identidad gastronómica que la Secretaría de Cultura del gabinete federal ha buscado enfatizar durante esta gestión.
La señora Martínez descarta de manera categórica esa acusación y asienta que lo que la motivó fue la necesidad de trabajar y vender sus alimentos; no participar en una escenografía política.
«Nosotros fuimos por nuestra propia voluntad a ganarnos el pan de cada día. Como ahora igual dicen que fue montado y que no sé qué tanto, pero no, nosotros fuimos porque somos gente humilde», declara.
Un esfuerzo familiar.
© Sputnik / Samuel Cortés Hamdan
Fines de semana recreativos
Las vallas metálicas que regulan el ingreso al patio en torno al Molino del Rey ahora sirven también para amarrar las bicicletas de los visitantes al Complejo Cultural Los Pinos.
Las actividades de fin de semana se extienden hasta las 18:00 horas y el mercado de artesanías y alimentos tradicionales espera bajo los toldos a comensales curiosos ante la oferta gastronómica y cultural.
El sol de sábado no desanima a los curiosos, provenientes de Chiapas, Puebla y otros puntos del país.
Simpatizantes del proyecto de López Obrador, algunos de los comensales discuten la revocación de mandato, consulta popular que se celebrará el domingo 10 de abril en todo el país.
O bien, hablan de la situación de la prensa occidental ante el conflicto entre Rusia y Ucrania, o del Instituto Nacional Electoral (INE), la consulta para juzgar a expresidentes que se celebró en agosto de 2021 o la elección federal de junio del mismo año, que renovó el Congreso de la Unión.
Todo a la sombra de la jacaranda que enseñorea el traspatio del Molino del Rey, edificación histórica originaria del siglo XVI y que fungió como fuerte militar en la defensa de México durante la invasión estadounidense de 1847.
Las primeras horas de la tarde del sábado siguen su curso tranquilas mientras los comensales van y vienen en diferentes frecuencias en torno de una canasta que por un esmero del atrevimiento se hizo algo así como famosa.
La señora Martínez, suegra de Guadalupe Piña, especula sobre la posibilidad de consolidar un negocio y entre risas adelanta su idea: que la empresa se llame Tostadas AIFA.