Cumbre de Líderes de América del Norte ¿y el sur?
Las diferencias respecto a las relaciones de los tres son conocidas y bastante debatidas, entre ellas las más destacadas las atinentes a la energía, la migración, productos transgénicos, tráfico de armas y drogas, soberanía y varias más.
Cada una de ellas tiene una interpretación muy particular e incluso no concerniente a los tres gobiernos, por lo cual surgió la idea de realizar dos reuniones bilaterales para tratar temas específicos y no cargar con ellos la agenda trilateral.
Es muy probable, señalan fuentes diplomáticas, que la reunión desde el punto de vista de la integración económica del norte tenga resultados positivos por la dependencia de los sistemas de producción, comercio y finanzas de los tres, pero otra cosa es la visión del continente donde las coincidencias no abundan.
Ya se apreció ayer en la reunión bilateral México-Estados Unidos un adelanto de los enfoques divergentes en la relación con América Latina y los criterios de cómo solventar los déficit sociales y económicos de fondo que provocan un desbalance muy severo entre el norte y el sur, y en cuyas consecuencias está el brutal éxodo desde la periferia a las metrópolis.
Mientras López Obrador puso las luces de carretera para insistir en la necesidad de la creación de un bloque continental desde ahora, con visión de futuro, sin hegemonismos, bloqueos, sanciones y de igualdad para que el fortalecimiento del norte sea mayor y posible, Biden mantuvo alumbrando con las cortas su proyección hacia los vecinos.
Se enfocó en el fentanilo y relegó a América Latina y el Caribe dentro de un conjunto de objetivos internacionales en los que prioriza a Europa y Asia y posterga acciones directas y potencialmente efectivas propuestas por su anfitrión para enfrentar el cambio mundial en curso cuya existencia admitió Biden en su breve y escurridizo discurso en la bilateral.
Con ese hándicap contrario a uno de los temas principales de López Obrador se inaugura la cumbre, y sin conocerse, al menos públicamente, la posición al respecto del canadiense Trudeau, aun cuando las relaciones de su gobierno con América del Sur y el Caribe son diferentes a las de Washington.
Habría que esperar -si es que en algún momento se conoce una versión válida- cómo fueron tratados estos temas en los 45 minutos que platicaron Biden y López Obrador camino del aeropuerto al hotel donde este se alojó, y el poco tiempo que mantuvieron una charla íntima en el Palacio antes de la bilateral.
Hay una frase muy significativa en el discurso de López Obrador cuando le dijo a Biden, a quien seguramente sorprendió mucho por directa y casi personal: “Usted tiene la llave para abrir y mejorar sustancialmente las relaciones entre todos los países de continente americano”.
El aludido no reaccionó -al menos en se momento- quizás para no salirse del guion preparado lleno de generalidades y de afincamiento de la misma política global ineficientemente hegemónica, definida al final de su discurso como prácticamente un rechazo a asimilar a América como un todo independiente:
“Desafortunadamente, nuestra responsabilidad no termina con el hemisferio occidental, estamos en el centro de Europa, en Asia, en el Medio Oriente, en África, el sureste asiático; así que ojalá pudiéramos enfocarnos en solamente una región, pero nos enfocamos en múltiples regiones y en esto tenemos que trabajar”.
En ese sentido, sería bueno no olvidar que esa llave que realmente tiene Biden en sus manos, también «desafortunadamente», no es solamente para abrir puertas. Ejemplos sobran.