EE.UU. llega a la Cumbre de las Américas —que se lleva a cabo en Los Ángeles— con un liderazgo bajo cuestionamiento, según algunos analistas. La relación con el hemisferio ha cambiado y no es lo mismo que en 1994, cuando se realizó la primera cumbre en Miami.
La decisión del presidente de México de boicotear la Cumbre de las Américas, donde se reúnen líderes regionales esta semana en Los Ángeles, hizo inútiles los meses de trabajo del presidente Joe Biden y otros altos funcionarios para convencerlo de que asistiera.
Países clave en América Central están siguiendo el ejemplo del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO, como es conocido), enviando solo delegados de nivel inferior en lugar de sus presidentes. Y para cuando Biden llegue a la Cumbre de las Américas este miércoles, las preguntas sobre la lista de invitados y los asistentes al evento habrán oscurecido su propósito más amplio, una fuente de frustración para los funcionarios de la administración que no necesariamente esperaban el desastre.
La decisión de varios países de mantenerse alejados de la reunión que se realiza en el sur de California, una protesta por la decisión de Biden de no invitar a tres autócratas regionales, ha subrayado la lucha por ejercer la influencia de Estados Unidos en una región que se ha fracturado políticamente y está luchando económicamente.
Además, expuso las dificultades y contradicciones en la promesa de Biden de restaurar los valores democráticos en la política exterior estadounidense. A pesar de que se opone a invitar a dictadores a una cumbre en territorio estadounidense, lo que provocó la ira y el boicot de esos socios regionales clave, sus asesores están planeando simultáneamente una visita a Arabia Saudita, vista como una necesidad en un momento de crisis energética global, a pesar del grave historial de derechos humanos del reino. La secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, dijo este martes que el reino es un «socio importante», aunque Biden dijo una vez que debe convertirse en un «paria».