EDOMEX a 30 de septiembre de 2024.-Este sábado, después de tres días de incesantes lluvias y nubarrones, el huracán John se despidió, dejando tras de sí un rayo de sol que se asomó tímidamente en Chalco, Estado de México. Sin embargo, esa luz no fue suficiente para ocultar la dura realidad: las aguas negras brotaron nuevamente del drenaje, inundando por tercera vez en una semana las calles y hogares de las colonias Jacalones y Culturas de México.
Desde el domingo pasado, la Marina y el Ejército mexicano habían comenzado a desmantelar las operaciones de emergencia en la zona, retirando las carpas y plantas potabilizadoras que brindaban apoyo esencial a la comunidad. La cocina móvil, que había proporcionado más de dos mil raciones diarias a los damnificados, también fue desactivada. Así, los vecinos que lo perdieron todo ahora deben enfrentar la difícil tarea de alimentarse sin el apoyo que tan desesperadamente necesitan.
“Algunos han conseguido estufas usadas con familiares, mientras otros reutilizan los braceros contaminados para poder preparar los alimentos”, comenta Isabel Sosa, una vecina de la calle Mexicas, quien ha tenido que lidiar con un refrigerador dañado y una estufa en condiciones precarias. Ella expresa su frustración al tener que limpiar los electrodomésticos contaminados tras la inundación que comenzó el 2 de agosto y que, a la fecha, ha dejado marcas imborrables en la vida cotidiana de Chalco.
La indignación entre los habitantes crece al ver que las autoridades de los tres niveles de gobierno no han corregido los errores en el levantamiento de censos, lo que ha llevado a que muchas familias, a pesar de haber sido gravemente afectadas, no reciban el apoyo prometido de ocho mil pesos en monederos electrónicos. Ana Velia García, residente de Culturas de México, denuncia la falta de compromiso por parte de los funcionarios: “Los del Bienestar no se metieron a hacer su trabajo como lo tenían que hacer, y ahora nosotros, los verdaderos damnificados, somos los que no recibimos”.
Los testimonios de los afectados son desgarradores. Don Raúl, Doña Nati, y otros vecinos de la calle Mexicas aún viven con las marcas del agua en sus hogares y, a pesar de los reclamos, sus voces parecen ahogarse entre la indiferencia oficial. “Que nos resuelvan, que la gobernadora se entere de que, en realidad, no hemos recibido apoyo”, exige Ana, mostrando el folio de su censo, un símbolo de su lucha por justicia.
Mientras tanto, la Caravana Itinerante por la Justicia Social, celebrada a un costado del mercado Culturas de México, transcurrió sin la presencia de funcionarios de alto nivel, lo que subraya la desconexión entre las autoridades y la realidad que viven los chalquenses. En esta encrucijada de necesidades y abandono, la esperanza y la indignación coexisten, mientras la comunidad busca formas de sobrevivir ante la adversidad.
Chalco se enfrenta a un desafío monumental, y es imperativo que los responsables escuchen y respondan a las demandas de aquellos que claman por ayuda. La reconstrucción no solo debe ser física, sino también un acto de justicia social que reconozca y atienda las necesidades de los más vulnerables.