Mientras que en muchas partes del mundo la Navidad se asocia con árboles decorados, intercambio de regalos y cenas familiares, en Japón, esta festividad tiene un sabor distintivo: el pollo frito de KFC. Esta peculiar tradición japonesa, que convierte a la conocida cadena de comida rápida en un elemento central de la celebración navideña, tiene una historia tan fascinante como inesperada.
La historia comienza en la década de 1970, cuando Takeshi Okawara, gerente del primer KFC en Japón, ideó una campaña de marketing titulada «Kentucky for Christmas» o «Kentucky para Navidad». El contexto era un Japón donde la Navidad no era una festividad ampliamente celebrada y donde el pavo, un plato tradicional navideño en Occidente, era difícil de encontrar. Okawara vio una oportunidad de oro y posicionó el pollo frito como una alternativa viable y deliciosa al pavo navideño.
La campaña fue un éxito rotundo. El marketing inteligente y la novedad del concepto atrajeron a las familias japonesas, que empezaron a acudir a KFC como una manera de disfrutar de una experiencia navideña «occidental». Con el paso del tiempo, la tradición se arraigó profundamente en la cultura japonesa. Hoy en día, es común que las familias hagan pedidos con semanas de antelación para asegurarse de tener su cubeta de pollo KFC en Nochebuena.
La popularidad de esta tradición también refleja la habilidad de Japón para adaptar y adoptar costumbres extranjeras, dándoles un giro único y local. En este caso, una cadena de comida rápida estadounidense se ha convertido en una parte intrínseca de la manera en que Japón celebra una festividad originalmente cristiana, a pesar de que la mayoría de la población japonesa no practica esta religión.
El fenómeno del pollo frito de KFC en Navidad es un ejemplo fascinante de globalización, marketing y adaptación cultural. No solo es una muestra de cómo una idea de marketing puede trascender y convertirse en una tradición cultural, sino también de cómo Japón ha creado su propia versión única de la Navidad.