CDMX a 28 de enero del 2022.-En las montañas de pino de Michoacán, donde los taladores arrasan con laderas enteras para plantar aguacate, los habitantes han tomado la lucha contra la tala ilegal por su propia mano, al afirmar que ese cultivo reduce el suministro local de agua y atrae a los cárteles en busca de dinero por extorsiones.
En algunos lugares, como el pueblo indígena de Cherán, el combate contra la tala y las plantaciones ilegales es exitoso; sin embargo, ha sido necesaria una sublevación política de una década en la que los pobladores han declarado su autonomía y han formado su propio Gobierno, reportó la agencia AP.
Mientras que otros poblados, acosados por productores y grupos armados, continúan luchando, pero suelen ser amedrentados por la violencia.
David Ramos Guerrero, integrante de la junta agrícola autónoma, afirma que los agricultores han acordado la prohibición total de las plantaciones comerciales de aguacate, que señala «lo único que traen es violencia».
«Se permite hasta un máximo de 10 plantas para uso únicamente comestible para la comunidad, pero como negocio no está permitido», subraya.
La razón es evidente. Durante un recorrido de patrullaje, Ramos Guerrero observa un valle prácticamente deforestado en un municipio vecino. Filas de árboles de aguacate se forman en las laderas desnudas que antes se encontraban llenas de pinos y abetos.
«Esta es una isla. Alrededor de Cherán todo está invadido de aguacate», lamenta.
Quienes hayan recorrido la montaña fresca de bosque de pinos y abetos en esa entidad saben que las copas de los pinos sirven de protección contra el calor y la evaporación. La gruesa alfombra de agujas de pino caídas sirve como esponja, absorbiendo y almacenando la humedad y sus raíces evitan que el agua y la tierra caigan por las laderas.
Pero lo primero que hacen los productores de aguacate es crear estanques que retengan el agua para sus huertos, drenando los riachuelos que previamente eran usados por los pobladores, luego llegan los cárteles a extorsionar a los productores de aguacate.
«Nos hemos dado cuenta de que el aguacate lo único que hace es absorber toda el agua posible de lo que producen nuestros bosques»‘, afirma Ramos Guerrero.
Cherán, que empezó su experimento de Gobierno autónomo en 2011 con el bloqueo de carreteras utilizadas por los taladores ilegales, ahora emplea retroexcavadoras para hacer zanjas a lo largo de las vías de explotación forestal.
Sobre los aguacates, Ramos Guerrero señala: «intervenimos de una manera amable, primeramente a través de un diálogo, y si no se llega a ningún acuerdo se arrancan o se cortan las plantas de aguacate».
Si los agricultores no aceptan dejar de plantar, es cuando entran en acción las patrullas forestales.
Salvador Ávila Magaña, de 65 años, recuerda cómo era antes de que Cherán se levantara en 2011. Él fue echado de sus tierras ante las amenazas de los taladores, que luego las devastaron.
«Ya al último (fuimos) amenazados con que, si volvíamos a pisar por allá, nos iban a levantar. Si íbamos aparecíamos en bolsa. Varias personas murieron y los entregaron con el tiempo en pedazos», dice Ávila Magaña.
Pero a pesar de que su parcela de 18 hectáreas había sido talada por completo, el hombre decidió plantar pinos de nuevo, con la esperanza de dejar algo a sus hijos y nietos, quienes, espera, puedan seguir con la que en su momento fue una práctica forestal sostenible para la extracción de resina para trementina o cosméticos.
«Hicimos un convenio con los comuneros y no sembramos aguacate, puros árboles que produzcan aire bueno», detalla.
Si bien la batalla ha sido ganada temporalmente en Cherán, se sigue llevando a cabo en otros poblados de Michoacán.
Aproximadamente a unos 96 kilómetros de distancia, en Villa Madero, el activista Guillermo Saucedo trató de crear el tipo de patrullaje forestal usado en Cherán para detectar a los taladores ilegales y las huertas de aguacates no autorizadas.
Reunió hasta a 60 o 70 personas para que participaran en los patrullajes, a partir de mayo de 2021, pero el 6 de diciembre, se topó con hombres armados de un cártel. Dice que quizá habló demasiado enfáticamente en las reuniones o enfadó a aliados poderosos de los taladores y productores de aguacates.
«Me golpearon hasta que se cansaron», cuenta.
Los patrullajes cesaron y Saucedo se ha visto forzado a mantener un perfil bajo en su aldea natal en Zangarro. Sus peticiones de protección al Gobierno federal no han sido atendidas hasta ahora en un país donde 96 ambientalistas comunitarios o activistas han sido asesinados en los últimos tres años.
Saucedo y el ambientalista Julio Santoyo no están seguros de cuál es el vínculo exacto entre los cárteles del narcotráfico, los taladores y los productores de aguacate en Villa Madero.
Santoyo cree que los grupos criminales podrían estar invirtiendo directamente en los plantíos de aguacates. No sería algo increíble en Michoacán, donde en 2010 otro cártel, los Caballeros Templarios, se apropió del negocio de la extracción de mineral de hierro y su exportación a China.
Saucedo opina que los cárteles están protegiendo a los taladores y productores.
«Están apadrinados con ellos, ellos los protegen», sostiene.