Aquel evento alteró la tranquila rutina de miles de usuarios que se desplazaban por esta arteria vital del transporte capitalino. La caída del objeto metálico fue suficiente para causar el cortocircuito que dejó a seis estaciones sin servicio: Jamaica, Mixhiuca, Velódromo, Ciudad Deportiva, Puebla y Pantitlán. La oscuridad de la interrupción dejó varados a pasajeros en trenes, algunos en la zona elevada, obligados a ser desalojados y a caminar por las vías hasta la estación Velódromo en busca de ayuda.
La Red de Transporte de Pasajeros (RTP) desplegó unidades para asistir a los afectados, pero las demandas de tantos usuarios superaron rápidamente la capacidad de respuesta. A pesar de los esfuerzos, la interrupción no cesó sino hasta las 21:21 horas, más de dos horas después del suceso, cuando el servicio pudo restablecerse completamente.
Este incidente deja al descubierto la vulnerabilidad del sistema de transporte y los desafíos de gestionar emergencias en una de las ciudades más transitadas del mundo. Pero también resalta la capacidad de resiliencia de los usuarios y del propio sistema para, aunque tarde, restablecer el orden y devolver la normalidad a la vida de quienes confían en el Metro para sus desplazamientos diarios.