Caminar es una actividad que realizamos de forma tan automática que rara vez pensamos en la complejidad que implica. Sin embargo, el acto de caminar, que involucra una serie de señales entre el cerebro y varios grupos musculares, puede ser un reflejo importante de nuestra salud y edad. A medida que envejecemos, nuestra marcha puede cambiar y convertirse en un indicador de nuestra condición física y mental.
El Impacto del Envejecimiento en la Marcha
A partir de los 40 años, nuestros músculos comienzan a perder masa, fuerza y forma, un proceso conocido como sarcopenia. Paralelamente, el sistema nervioso también sufre cambios significativos. Se estima que entre los 20 y los 60 años, perdemos aproximadamente el 0.1% de nuestras neuronas anualmente, y esta pérdida se acelera después de esa edad. Para los 90 años, el cerebro puede haber perdido hasta 150 gramos de tejido comparado con su peso hace cuatro décadas.
Estos cambios afectan la forma en que caminamos. Estudios han demostrado que la velocidad de la marcha a los 45 años es un fuerte predictor de la salud física y mental futura. Después de los 60 años, es común observar una disminución en la agilidad al caminar, lo cual puede ser un indicativo de problemas de salud subyacentes.
Síntomas de Enfermedades Neurodegenerativas
Una marcha más lenta y menos coordinada puede ser un signo temprano de enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Parkinson. Esta condición interfiere con la comunicación entre el cerebro y el sistema músculo-esquelético, resultando en una marcha más lenta, menos simétrica y tambaleante, con zancadas notablemente más cortas. Los problemas en la marcha pueden ser sutiles pero detectables en las primeras etapas de la enfermedad.
Problemas de Equilibrio y Pie Caído
El «pie caído» es otro problema común que afecta la marcha. Este trastorno, donde los dedos del pie golpean el suelo al caminar, puede ser causado por daño a los nervios, que puede ocurrir debido a una diabetes mal controlada o ciertas posiciones prolongadas, como sentarse con las piernas cruzadas. El pie caído provoca desequilibrio y tropiezos, dificultando el caminar sin tropezar.
Enfermedad Arterial Periférica
El dolor en los músculos de los glúteos, la parte posterior de la pierna y la pantorrilla al caminar, que desaparece al detenerse, puede ser un signo de enfermedad arterial periférica. Esta condición se produce por el estrechamiento de las arterias que suministran sangre a las piernas, lo que limita el flujo sanguíneo necesario durante la actividad física. La falta de oxígeno en los músculos provoca calambres y dolor, que se alivia al descansar.
Los factores de riesgo para la enfermedad arterial periférica incluyen el tabaquismo, el colesterol alto, la presión arterial alta, la diabetes y antecedentes familiares de enfermedad vascular.
Impacto del Consumo de Alcohol y Deficiencia de Vitamina B12
La marcha tambaleante y los problemas de equilibrio también pueden estar relacionados con el consumo excesivo de alcohol o con una deficiencia de vitamina B12. La vitamina B12 es crucial para el sistema nervioso, y su deficiencia puede causar problemas de equilibrio. Los síntomas pueden ser tratados con inyecciones de vitamina B12 o con una dieta rica en alimentos que la contienen, como carne, pescado y productos lácteos.
Problemas del Oído Interno
Los problemas del oído interno, como la laberintitis, pueden causar problemas temporales de equilibrio y marcha. Estas afecciones suelen resolverse por sí solas, pero una infección del oído interno puede afectar el equilibrio de manera más severa, ya que altera el líquido en el oído interno, interfiriendo con la información visual y de posicionamiento del cerebro.
Conclusión
Caminar es un proceso complejo que revela mucho sobre nuestra salud general. Con el envejecimiento, es normal que nuestra marcha se vuelva menos suave y más lenta. Sin embargo, si experimentas un aumento en tropiezos, tambaleos o caídas, o si notas cambios significativos en tu marcha en un corto período de tiempo, es aconsejable consultar a un médico para evaluar tu salud.
Adam Taylor es profesor y director del Centro de Aprendizaje de Anatomía Clínica de la Universidad de Lancaster, Reino Unido. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.