Por Bruno Cortés
Mientras Claudia Sheinbaum habla de serenidad y crecimiento, Donald Trump afila sus tarifas como si fueran machete para la selva comercial. Y aunque la presidenta se jacta de tener cabeza fría y finanzas calientes, lo cierto es que el 25% de arancel que se cierne sobre nuestras exportaciones es más amenazante que una auditoría del SAT en viernes por la tarde.
El expresidente vuelto a la vida política con más resurrecciones que telenovela de Las Estrellas, decidió que era buena idea castigar a su principal socio comercial. Y más que una decisión económica, parece un berrinche geopolítico. Trump le puso precio a la soberanía: 25% por acero, aluminio y el atrevimiento de vender aguacates que no son de Florida.
Una economía al borde del termómetro fiscal
Según el propio Banco de México, el PIB va para abajo más rápido que la aprobación de un diputado pillado con sobres amarillos. Se recortó el pronóstico de crecimiento a la mitad, la OCDE advierte recesión y Fitch está levantando la ceja como maestra de secundaria.
Claudia dice que «no pasa nada», que «la economía está fuerte» y que «el Plan México lo va a arreglar todo». Y quizá tenga razón… si el tiempo fuera elúnico insumo. Pero mientras llegan los trenes, los hospitales militares y las inversiones soñadas en nearshoring, el golpe arancelario ya comenzó:
- El dólar coquetea con los $22 pesos.
- Las exportaciones pueden perder hasta 120 mil millones de dólares.
- La inflación amenaza con comerse los aumentos salariales.
- Y el sector automotriz, que representa el 4% del PIB, también puede acabar pidiendo «raite».
Trump arma la trampa, y México le tiende la alfombra diplomática
La presidenta ha optado por el camino de la diplomacia: ni más ni menos que una carta amable a quien se comunica por tweets en mayúsculas. Mientras Trump grita «TARIFAS PARA TODOS», Sheinbaum responde con cifras, sonrisas y promesas de colaborar en migración y seguridad. Hasta extraditó 29 capos del narco, como si eso le bajara el dedo al trigger de los aranceles.
Pero, ojo: más allá de los gestos, hay estrategia. Sheinbaum negoció exenciones para productos con contenido estadounidense, aseguró que lo incluido en el T-MEC no sería gravado y está apostando a que el sentido común de las empresas gringas presione a su propio presidente. De hecho, ya varias armadoras le reclamaron a Trump que ese arancel también les pega a ellos.
La gran ironía: Trump nos empuja a diversificar, y eso podría salvarnos
Tal vez lo mejor que nos ha pasado es que nos traten mal. Es en la adversidad donde los pueblos despiertan. El «Plan México» apunta a fortalecer el mercado interno, sustituir importaciones asiáticas y dejar de ser el patio trasero de los supply chains gringos. Si en serio se concreta, podríamos pasar del maquilazo a la manufactura con marca propia.
Pero el riesgo está en el corto plazo: en los empleos que se pierden hoy, en las inversiones que se frenan ya, en los productores que no pueden exportar porque sus precios ya no son competitivos. Y en los discursos gubernamentales que prefieren el optimismo de café con pan, en lugar de la crudeza del excel con sal y limón.
Conclusión: menos misas diplomáticas, más planes con dientes
La estrategia de resistir y negociar es sensata, pero también lo es tener un Plan B con estímulos fiscales, protección a sectores clave y un presupuesto que no se quede corto si llega la recesión. La guerra comercial ya está aquí, aunque la queramos disfrazar de diferencia de opinión con el vecino gritón.
Y si algo nos enseña la historia de este país, es que cuando el poder aprieta, la nación responde. A veces tarde, a veces mal… pero siempre con una creatividad que ni Trump entiende. Eso sí, ojalá lo entendiera el Congreso, que sigue discutiendo si las quesadillas llevan queso mientras el peso se derrite.
Artículo de opinión escrito por un periodista con el colmillo más afilado que los aranceles de Washington.