El ayuno intermitente —una abstinencia voluntaria en la ingesta de alimentos durante ciertos períodos de tiempo— se encuentra bajo la lupa. Ante el creciente interés en esta práctica, investigadores argentinos estudiaron sus beneficios y riesgos potenciales.
El interés en el ayuno intermitente se ha potenciado en las redes sociales, y la tendencia genera muchas opiniones contrarias sin sustentos científicos. Por ello investigadores de la universidad argentina Juan Agustín Maza de la provincia de Mendoza (oeste) consideraron pertinente hacer un análisis sobre la materia.
El estudio, desarrollado entre septiembre y noviembre de 2020, analizó bibliografía de acceso abierto sobre este régimen alimenticio cada vez más popular.
Según indicó el medio Argentina Investiga, el ayuno intermitente apuesta a consumir menor cantidad de energía de la que se gasta, por lo que el cuerpo atraviesa un balance negativo donde se pierde peso gracias a la utilización de reservas energéticas.
La práctica propone una alternativa a la nutrición tradicional y constituye uno de los métodos para perder peso.
Esta tendencia, lejos de ser novedosa, se sustenta en modos de alimentación de la antigüedad, cuando los humanos contaban con escasos alimentos y debían adaptarse y mantener un óptimo estado físico y cognitivo a pesar de largos períodos de ayuno.
El ayuno intermitente puede aplicarse de formas diversas, pero siguen dos patrones: se alternan los días de ayuno total con días sin restricciones, o, por el contrario, se mantiene una reducción calórica permanente, sin días de ayuno total o parcial.
En el primer caso se consumen los alimentos habituales durante cinco días y se realizan dos días de ayuno.
En el segundo patrón se aumentan las horas entre las comidas. Mayoritariamente se cumplen 16 horas de ayuno por ocho horas de consumo habitual de alimentos, aunque se ingieren solo dos comidas diarias.
Los investigadores descubrieron datos alentadores en los biomarcadores metabólicos como la glucemia —nivel de glucosa en la sangre—, perfil lipídico y hormonas asociadas a los glúcidos o lípidos.
Si bien con el ayuno intermitente mejoraron múltiples valores de la salud como la presión arterial, la frecuencia cardíaca en reposo, y el colesterol —e incluso pese podría reducirse la grasa excesiva alojada en el hígado y disminuir el riesgo de cáncer—, no puede considerarse una práctica «totalmente saludable».
Existen consecuencias negativas como la sensación de hambre, bajo rendimiento o efectos sobre el ánimo por la disminución considerable del consumo de alimentos.
Según los investigadores mendocinos, para determinar con exactitud si la práctica es beneficiosa o negativa para el metabolismo en el largo plazo deben realizarse estudios más minuciosos.
Pese a ello, los beneficios que recoge la investigación no llegan a igualar a aquellos que pueden obtenerse mediante una «dieta hipocalórica o de restricción energética continua».