Por Juan Pablo Ojeda
A pocos días de que Claudia Sheinbaum Pardo asuma la presidencia de México, se ha encendido una controversia que podría marcar el tono de su administración. Con la asistencia de mandatarios y diplomáticos de todo el mundo confirmada, la noticia de que el gobierno español no enviará representante alguno a la ceremonia ha levantado cejas y generado debates. Esta decisión, que se deriva de la exclusión del rey Felipe VI de la convocatoria, ilustra el frágil hilo que sostiene las relaciones entre México y España, un distanciamiento que ha estado en aumento durante el mandato de Andrés Manuel López Obrador.
Desde el inicio del sexenio de AMLO, las diferencias entre México y España han estado a la vista. La relación diplomática ha sido objeto de controversia, especialmente a partir de 2022, cuando el presidente mexicano lanzó un claro mensaje: la relación con España necesitaba una pausa. “Era un contubernio arriba, una promiscuidad económica-política en la cúpula de los gobiernos de México y de España”, expresó López Obrador, señalando la necesidad de revisar la interacción entre ambos países, particularmente en el sector energético, donde las empresas españolas han tenido un papel protagónico durante años.
La situación se complicó aún más cuando AMLO solicitó, en 2019, una disculpa pública por los abusos cometidos por la Corona española durante la Conquista. Esta solicitud, hecha a través de una carta dirigida al rey, ha sido ignorada por el gobierno español, lo que ha generado aún más tensiones. José Manuel Albares, ministro de Exteriores de España, respondió con firmeza, defendiendo los intereses de su país y rechazando las “declaraciones injustificadas” de AMLO.
Los antecedentes históricos que fundamentan el descontento de López Obrador son profundos. La conquista española dejó huellas que aún persisten en la sociedad mexicana, y AMLO ha señalado la necesidad de reconocer este pasado doloroso. Sin embargo, el líder mexicano no busca compensaciones monetarias, sino una admisión de responsabilidad histórica por parte de España. En este contexto, la falta de respuesta del gobierno español a sus demandas ha exacerbado las fricciones.
El impacto de esta tensión no solo afecta las relaciones diplomáticas, sino que también tiene implicaciones económicas. Las empresas españolas, que durante años operaron con privilegios, se encuentran en una situación incierta, mientras el gobierno mexicano intenta implementar reformas que aseguren una mayor soberanía energética. El resultado es un ambiente de desconfianza que podría prolongarse en la administración de Sheinbaum, quien hereda este complicado panorama.
A medida que se aproxima la ceremonia de toma de protesta, se plantea la pregunta: ¿podrá Claudia Sheinbaum, como primera mujer en la presidencia, encontrar una manera de reparar estas relaciones o está condenada a heredar el conflicto? La atención internacional está puesta en ella y en cómo manejará esta situación. Las relaciones diplomáticas son un juego de poder donde el diálogo es esencial, y la ausencia de España en este momento crucial puede ser un signo de que las heridas aún no han sanado.
Mientras el mundo observa, la historia entre México y España sigue desarrollándose. Los dos países tienen mucho que ganar al restablecer un lazo basado en el respeto y el reconocimiento de su pasado compartido. En este momento de cambio, la pregunta que queda en el aire es si las nuevas generaciones de líderes están dispuestas a construir un futuro diferente, o si seguirán atrapados en un ciclo de desconfianza y resentimiento.