Aranceles vs. Inflación: El Legado de Trump y la Amenaza Actual

Durante el primer mandato del expresidente Donald Trump, los aranceles impuestos no inflaron significativamente los precios, una anomalía económica que muchos atribuyen a la pandemia de Covid-19. Sin embargo, con propuestas mucho más agresivas en el horizonte, economistas advierten que los consumidores estadounidenses podrían enfrentar aumentos considerables en sus gastos diarios, según un estudio reciente del Instituto Peterson de Economía Internacional citado por CNN.

En el bullicio de una mañana en el mercado de abastos de cualquier ciudad estadounidense, se palpaba una sensación de alivio en el aire. Los precios, aunque altos, no habían escalado a los cielos como muchos temían cuando Trump anunció sus primeros aranceles en 2017. La inflación, ese fantasma que asusta a economías y consumidores por igual, había sido mantenida a raya, con un promedio de solo 1.9% durante su mandato. Pero, como nos recuerda la sabiduría popular, a veces la calma precede a la tempestad.

La pandemia de Covid-19, con su poder disruptivo, alteró las dinámicas económicas globales, incluyendo los efectos inflacionarios de los aranceles. Muchos de estos gravámenes, lejos de ser eliminados, fueron mantenidos por la administración de Joe Biden, añadiendo un capítulo inesperado al libro de la política económica estadounidense. Sin embargo, esta estabilidad podría ser solo un espejismo, un respiro temporal antes de que los consumidores sientan el verdadero peso de estos impuestos.

Economistas de renombre han dibujado un panorama preocupante. Según ellos, los aranceles no son más que una garantía de inflación. Al imponerse sobre los importadores, estos costos adicionales inevitablemente se trasladan a los consumidores, elevando el precio de productos básicos. La CNN, en un reportaje reciente, citó un estudio del Instituto Peterson de Economía Internacional, donde se advierte que la nueva campaña arancelaria de Trump podría hacer que cada compra, desde un par de zapatillas hasta un juguete, se vuelva más costosa.

Imaginemos, por un momento, la vida cotidiana bajo este nuevo esquema. Un padre comprando juguetes para sus hijos en Navidad, una madre eligiendo zapatillas para el nuevo curso escolar, o un joven adulto explorando opciones de alimentación saludable. Cada uno de estos actos cotidianos podría transformarse en un ejercicio de presupuesto ajustado, donde cada dólar cuenta más que nunca.

El estudio del Instituto Peterson no solo alerta sobre el aumento de precios en bienes de consumo, sino que también proyecta un impacto más amplio en la economía. La inflación, una vez desatada, no discrimina; afecta a ricos y pobres, aunque siempre con mayor severidad a los que menos tienen. Este escenario podría dibujar una nueva normalidad donde el valor de cada bien se mida no solo por su calidad o utilidad, sino por el peso adicional de los aranceles.

En este contexto, la política económica se convierte en una narrativa de tensión y expectativa. Mientras algunos esperan que la historia se repita y que los aranceles no alteren significativamente la inflación, otros, más escépticos, buscan en los datos y en los precedentes históricos señales de lo que podría venir. La pregunta queda en el aire: ¿Podrá la economía estadounidense soportar otra ronda de aranceles sin que los precios se disparen?

Por ahora, las tiendas y mercados siguen su ritmo, pero con una mirada cautelosa hacia el futuro. Los consumidores, conscientes de esta dualidad entre la estabilidad pasada y la incertidumbre venidera, ajustan sus expectativas y su bolsillo ante la posibilidad de que cada compra se convierta en un pequeño acto de resistencia económica.

 

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