Si bien ha conquistado paladares por contener pocas espinas y carne suave, blanca y jugosa, el robalo también ha despertado el interés de la comunidad científica debido a su alto grado de adaptabilidad a diferentes medios de cultivo y potencial para impulsar la acuacultura mexicana, destacó la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural.
Expuso que esta especie –que es capturada en aguas marinas de jurisdicción federal y sistemas lagunares del Golfo de México y mar Caribe– es un “parteaguas” en la acuacultura de México, ya que las especies Centropomis undecimalis y Centropomis viridis, principalmente, han demostrado su capacidad para crecer en agua dulce, salobre y marina.
A esos resultados llegaron estudios científicos que realizaron un grupo de especialistas de diferentes centros de investigación de nuestro país, como el Centro Regional de Investigación Pesquera (CRIAP) de Manzanillo, Colima, que encabezó la captura de reproductores y engorda de juveniles en diferentes sistemas.
También, destaca el Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo de Mazatlán –que creó las técnicas de reproducción y manejo de crías a una escala piloto-comercial y la reproducción del robalo del Atlántico a escala experimental–, y la Unidad Académica Sisal (UAS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT).
Estos estudios han abierto la posibilidad de darle un mayor impulso a la acuacultura, una actividad milenaria que evolucionó con base en los conocimientos tradicionales y en los siglos XX y XXI reportó avances científicos, enfatizó el investigador del Centro Regional de Investigación Pesquera (CRIAP) de Manzanillo, Colima, Rodrigo Martínez Moreno.
Resaltó que, en las últimas tres décadas, la acuacultura se ha colocado como el sistema de producción de alimentos de mayor crecimiento a nivel nacional e internacional, de ahí que es una alternativa viable para dar respuesta a la necesidad de alimentos en 2050, cuando la población mundial superará 10 mil millones de personas.
La acuacultura produce hoy al menos 400 mil toneladas anuales en México, pero tiene potencial para alcanzar ocho millones de toneladas en el mediano plazo, destacó Martínez Moreno.
Conservación y gestión sostenible de este recurso marino
Señaló que desde 1994 se hacía investigación biológica de especies marinas de interés comercial en México, donde existen 12 especies de robalo y, en 2015 inició el programa de investigación con dos especies (Centropomus viridis y Centropomus nigrescens) en el Pacífico y otras dos (Centropomus undecimalis y Centropomus poeyi) en el Atlántico.
Los primeros frutos se dieron a conocer por el responsable de la Planta Piloto de Peces Marinos del Centro de Investigación en Alimentos y Desarrollo (CIAD), Leonardo Ibarra, quien tardó tres años y medio en la domesticación y el manejo reproductivo de dicha especie marina y, por ende, reproducir crías bajo un sistema de cultivo controlado.
De manera que en 2015 se logró la primera madurez gonádica –etapa para determinar el desarrollo sexual del organismo– de reproductores de robalo.
A la par, investigadores del Inapesca se dieron a la tarea de capturar peces reproductores en aguas de los estados de Sinaloa, Nayarit, Jalisco, Colima y Michoacán, con la intención de conformar un grupo de estas especies y tener un amplio pool genético para analizar y domesticar.
Esos primeros pasos guiaron hacia un nuevo estudio para determinar la taxonomía de este pescado blanco. No era suficiente la información taxonómica descrita para hacer la identificación de los robalos blanco y negro, manifestó el experto, quien enfatizó que este avance ofreció los cimientos básicos para la conservación y gestión sostenible del recurso marino.
Tras la consolidación del proceso de reproducción y domesticación, los investigadores llevaron con éxito la primera inducción de desove de la especie en 2016. Un año después se obtuvo la reproducción de Centropomus viridis en condiciones de cautiverio, al alcanzar 120 mil crías de un solo desove.
La especie mostró una supervivencia mayor a 60 por ciento y los avances representaron un hito porque evolucionaron los esquemas reproductivos en la acuacultura mexicana y el desarrollo de paquetes tecnológicos para aprovechar el robalo en el ecosistema marino, la rentabilidad comercial y la sustentabilidad, reiteró el especialista del Inapesca, organismo de la Secretaría de Agricultura.
Esas crías fueron repartidas en los estados de Jalisco, Colima y Michoacán para estudiar su comportamiento en aguas dulce y salada, jaulas flotantes y estanques rústicos, circulares y cuadrados. El robalo mostró alta tolerancia a las diferentes salinidades y se pudo adaptar casi sin aclimatación, expuso.
Las investigaciones continuaron para fortalecer la producción y las crías se incrementaron a 370 mil y 630 mil durante los siguientes dos años (2018 y 2019). Sólo en tres años se incrementó 81 por ciento la producción del pez, que es también conocido como lubina y se caracteriza por su cuerpo largo y cubierta de escamas ásperas al tacto.
Martínez Moreno sostuvo que en laboratorio se puede reproducir y engordar a un millón de crías de especies marinas –como robalo y pargo– al llevar a cabo dos desoves anuales y, de esta manera, contar con stock suficiente para cubrir la demanda del Pacífico mexicano.
A nivel costero hicimos un diagnóstico sobre la maricultura (desde Sinaloa hasta Oaxaca) y contamos con la capacidad instalada para engordar un millón de crías cada año, acentuó el investigador, al reiterar que en México se puede tener una reproducción controlada de las especies Centropomus undecimalis y Centropomus viridis, con un 60 por ciento y 99 por ciento de sobrevivencia y durante el transporte y siembra.
Hoy se realizan ajustes al desarrollo de alimentos formulados para la engorda del pescado robalo, con el fin de hacerlo accesible a la economía de los productores mexicanos. Con los actuales experimentos se observó que 14 meses tarda para alcanzar un peso de un kilogramo, finalizó Martínez Moreno.