La Jabalinada Por Bruno Cortés
En un país donde la desconfianza en las instituciones suele ser moneda corriente, la aprobación presidencial se mantiene en niveles históricos. Andrés Manuel López Obrador cerró su sexenio con un respaldo del 68%, según El Financiero, cifra que lo ubica como uno de los presidentes más populares desde la transición democrática. Su sucesora, Claudia Sheinbaum, heredó no solo un proyecto político, sino un capital de legitimidad que la ha llevado a superar el 80% de aprobación en sus primeros meses, un hito inédito en tres décadas.
El aroma a café recién hecho en las plazas públicas, donde beneficiarios de programas sociales como Jóvenes Construyendo el Futuro o Pensión para Adultos Mayores conversan, evoca una paradoja: críticas a la seguridad y la corrupción coexisten con gratitud hacia políticas que alivian el bolsillo. López Obrador, con su estilo cercano y discurso antielitista, tejió una conexión visceral con sectores históricamente marginados. Su carisma, mezcla de firmeza y humor lacónico, resonó en calles donde aún resuenan los ecos de promesas incumplidas por gobiernos anteriores.
Las cifras no mienten: mientras Enrique Peña Nieto despedía su administración con una aprobación raquítica del 25%, AMLO logró mantener un piso de 60% incluso en momentos críticos, como la pandemia. Encuestas de Buendía & Márquez y El Universal respaldan este fenómeno, atribuido a programas sociales, austeridad republicana y una oposición fragmentada. Pero bajo este panorama optimista, persisten grietas: el 52% de los ciudadanos desaprueba su manejo de la seguridad, según El Financiero, una sombra que se proyecta sobre la actual administración.
Claudia Sheinbaum, la primera mujer en dirigir México, ha capitalizado el legado de su predecesor. Su llegada a Palacio Nacional en octubre de 2024 estuvo marcada por un halo de expectativa: desde el simbolismo de romper el techo de cristal hasta la promesa de eficiencia técnica. Los primeros meses han sido una luna de miel estadística: encuestas de Swissinfo.ch la sitúan arriba del 80%, cifra que eclipsa incluso a AMLO en su arranque. El apoyo se nutre de continuidad en programas sociales, estabilidad económica y la ausencia de escándalos, pero también de un electorado que ve en ella un puente entre el pasado reciente y un futuro por definir.
En mercados como Oaxaca o Chiapas, donde el sol quema las paredes de adobe, las voces de beneficiarios de becas y pensiones dibujan un mapa de esperanza. “Ella sigue lo que empezó López”, comenta María, una vendedora de tamales en Tlaxcala, mientras envuelve sus productos en hojas de maíz. Sin embargo, en ciudades como Monterrey o Guadalajara, empresarios expresan cautela: “La aprobación es alta, pero el desafío es mantenerla cuando lleguen las crisis”, advierte un empresario del sector automotriz, bajo condición de anonimato.
La paradoja de la 4T se refleja en los datos: aunque ocho de cada diez mexicanos aprueban a Sheinbaum, según El País, siete de cada diez consideran que la inseguridad y la corrupción siguen sin control. Es un equilibrio frágil, donde el apoyo no es ciego, sino condicionado. “Aprobamos porque hay avances, pero exigimos más”, resume un joven en Ecatepec, mientras mira con recelo las patrullas que circulan cerca.
El contexto internacional también juega a favor: la estabilidad macroeconómica, con un peso fuerte y reservas históricas, contrasta con la volatilidad en otros países de la región. Sheinbaum, con su perfil científico y discurso pragmático, proyecta una imagen de estabilidad en foros globales. Pero el verdadero termómetro estará en las calles: ¿podrá traducir su popularidad en resultados tangibles contra el crimen y la opacidad?
México vive un momento político singular: la aprobación presidencial, como un barómetro de esperanza colectiva, desafía escepticismos. El legado de AMLO y el ascenso de Sheinbaum pintan un cuadro de continuidad, pero también de pruebas pendientes. Mientras el sol se oculta tras el Ángel de la Independencia, la pregunta flota en el aire: ¿será este respaldo un trampolín para transformaciones profundas o un espejismo efímero en un país acostumbrado a desengaños?