En medio del incremento de las temperaturas en México, los recientes apagones han dejado al descubierto una serie de desafíos para el trabajo remoto y el funcionamiento de las empresas. El pasado 7 de mayo, 21 estados de la república se vieron afectados por cortes de energía, generando preocupación tanto en el ámbito empresarial como entre los trabajadores.
La demanda récord de energía eléctrica, provocada por las altas temperaturas, llevó al Sistema Eléctrico Nacional a su máximo histórico, rozando los 48,472 Megawatts de consumo en una hora. Esta situación no solo pone en riesgo la estabilidad del suministro eléctrico, sino que también plantea interrogantes sobre la capacidad del país para sostener la operación empresarial.
José Medina Mora, presidente de la Coparmex, señala que la falta de energía está obstaculizando las oportunidades de crecimiento económico, especialmente en un momento en que el nearshoring ofrece nuevas posibilidades para atraer inversiones y empleo.
El impacto se extiende más allá de las empresas. Según Olivia Segura, socia de Asesoría en Capital Humano de KPMG México, la vulnerabilidad ante los apagones y fenómenos climáticos extremos puede poner en riesgo la continuidad del negocio y afectar las proyecciones financieras.
En el ámbito laboral, los apagones generan estrés y disrupciones en el trabajo remoto. Esperanza Granados, especialista en higiene laboral, destaca que la pérdida de conexión y la interrupción de llamadas en línea pueden afectar la productividad y la moral de los empleados.
La abogada laboral Estefanía Rueda plantea la posibilidad de un retorno al trabajo presencial o híbrido en caso de apagones persistentes. Sin embargo, esto plantea desafíos logísticos y de seguridad, especialmente en un momento en que muchas organizaciones han reducido su espacio físico.
En resumen, los apagones no solo representan un obstáculo para el trabajo remoto, sino que también plantean serios desafíos para la continuidad del negocio y la adaptación de las empresas ante eventos imprevistos. La gestión adecuada de riesgos y la planificación estratégica son fundamentales para enfrentar esta nueva realidad.