Por Bruno Cortés
En el vibrante mundo del rock mexicano, hoy nos toca despedirnos de un auténtico hechicero del sonido, Javier Batiz, conocido cariñosamente como «El Brujo». Batiz, quien nos dejó el 14 de diciembre de 2024 a los 80 años, no solo fue un guitarrista de leyenda sino el alma misma del rock fronterizo en Tijuana. Con una carrera que comenzó cuando apenas era un chaval de 13 años, su música nos arrastró a todos en un viaje de blues y rock que nos hizo bailar, llorar y, sobre todo, sentir.
Javier no era solo un músico; era un maestro, un mentor. Cuántos de nosotros no hemos oído historias de cómo le enseñó a Carlos Santana a sacar chispas de su guitarra. Y no es para menos; Batiz tenía ese toque mágico que solo los grandes poseen. Sus temas, como «La casa del sol naciente», no eran solo canciones; eran experiencias que te transportaban a otro lugar, a otro tiempo. Con su fallecimiento, se cierra un capítulo de esa historia musical que tantos vivimos y amamos.
La noticia de su partida vino acompañada de la tristeza de saber que sus últimos días fueron de lucha contra la neumonía y altos niveles de azúcar en la sangre. Pero, oh, cómo nos dio alegría en vida. Su legado incluye no solo su música, sino una serie de alumnos que ahora tocan con el espíritu de Batiz en sus dedos. La influencia de Javier se siente en cada nota que resuena en la frontera y más allá.
La ciudad de Tijuana mostró su amor y respeto por «El Brujo» de varias maneras. En abril de 2023, el Congreso del Estado de Baja California le rindió un homenaje cultural, y más recientemente, en noviembre de 2024, le entregaron las llaves de la ciudad. Estos reconocimientos no solo celebraban su música sino también su contribución a la cultura tijuanense, esa mezcla única de lo mexicano y lo estadounidense que es el rock fronterizo.
Su casa, un lugar donde la magia de la música parecía flotar en el aire, estaba destinada a convertirse en un museo. Javier quería que su legado no solo viviera en discos y en la memoria de los fans, sino que también tuviera un lugar físico donde los amantes del rock pudieran recordar y aprender. Ese sueño, aunque él ya no esté para verlo, seguirá adelante, gracias a los esfuerzos de aquellos que creyeron en su visión.
Así que, mientras nos despedimos de Javier Batiz, lo hacemos con la música a todo volumen, con el corazón lleno de gratitud por cada riff, cada canción que él nos regaló. El rock en México pierde a uno de sus fundadores, pero su espíritu, su magia, seguirá resonando cada vez que alguien toque una guitarra con pasión. Gracias, Javier, por enseñarnos que el rock no es solo un género, es una forma de vida.