Por Bruno Cortés
En medio de una escalada tensión comercial con Estados Unidos, el Senado de la República de México ha optado por un mutismo que resalta su pasividad política. Mientras la presidenta Claudia Sheinbaum ha impulsado medidas retaliatorias, como tarifas y restricciones no arancelarias, según reportes de Policy Watch: Status of US 25% Tariffs on Mexican Imports, el poder legislativo no ha presentado resoluciones, proyectos de ley ni pronunciamientos públicos relevantes frente a los aranceles impuestos por EUA. Esta falta de iniciativa deja entrever una delegación tácita de responsabilidades al ejecutivo, en un momento crítico para la economía nacional.
La inacción del Senado se hace evidente al revisar su agenda reciente: no existen proposiciones legislativas específicas ni sesiones públicas dedicadas exclusivamente a contrarrestar esta crisis, de acuerdo con el calendario oficial del Senado. Figuras clave como el presidente de la cámara, Gerardo Fernández Noroña, y el senador Adán Augusto López, han guardado silencio y no han mostrado acciones concretas para respaldar a la presidenta Sheinbaum. Este vacío contrasta con la autoridad legal que permite al ejecutivo imponer tarifas sin aval legislativo, pero plantea dudas sobre el rol activo que debería asumir el Senado en un conflicto de esta envergadura.
Un vistazo histórico ofrece perspectiva. En 2019, cuando EUA amenazó con aranceles, el Senado participó en debates y críticas, aunque sin legislar directamente, como documenta ¿Qué acordaron México y Estados Unidos para frenar los aranceles?. Senadores como Verónica Delgadillo de Movimiento Ciudadano cuestionaron las negociaciones, pero la cámara no tomó medidas oficiales. Hoy, la ausencia de reacción es aún más marcada, sin indicios de que Fernández Noroña o López hayan impulsado siquiera una postura pública para fortalecer la estrategia de Sheinbaum frente a la presión comercial externa.
Aunque podría inferirse un apoyo implícito del Senado a las medidas del gobierno, debido a la tendencia de alineación legislativa con el ejecutivo en temas de política exterior, no hay documentos oficiales que lo confirmen. Esta incertidumbre subraya una falta de transparencia en las acciones —o la ausencia de ellas— del Senado. La estrategia de dejar la respuesta en manos de Sheinbaum podría ser deliberada, pero también refleja una omisión que debilita la imagen del legislativo como contrapeso activo en la defensa de los intereses nacionales.
Las posibles razones de esta pasividad incluyen la confianza en la autoridad presidencial para manejar el comercio internacional o una decisión política de evitar confrontaciones internas. Sin embargo, la magnitud de la crisis arancelaria demandaría un Senado más visible, proponiendo iniciativas o al menos fiscalizando las medidas del ejecutivo. La falta de comunicación oficial sobre su postura o actividades internas agrava la percepción de opacidad, un problema recurrente en la política mexicana que erosiona la confianza pública.
Políticamente, este silencio tiene consecuencias profundas. Al no respaldar explícitamente a Sheinbaum, ni Fernández Noroña ni López asumen un liderazgo que podría fortalecer la unidad gubernamental ante EUA. Esta dinámica podría interpretarse como una cesión de poder al ejecutivo, alimentando debates sobre la separación de poderes en México. En un contexto donde la relación comercial con Estados Unidos es vital, la inacción legislativa proyecta una imagen de descoordinación entre los poderes del Estado.
En conclusión, el Senado de México ha relegado su papel en la crisis arancelaria, dejando a la presidenta Sheinbaum sin un apoyo visible del legislativo. La falta de propuestas, declaraciones o acciones de líderes como Gerardo Fernández Noroña y Adán Augusto López evidencia una desconexión que podría tener repercusiones económicas y políticas. Este episodio invita a reflexionar sobre el equilibrio de poderes y la necesidad de mayor transparencia en un momento definitorio para el país.