La escalada de violencia en Líbano ha provocado un éxodo masivo de casi 300 mil personas, quienes buscan refugio en países vecinos como Siria e Irak, según datos proporcionados por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Este flujo migratorio, dominado por niños, adolescentes y mujeres, refleja la gravedad de la situación en la región y las implicaciones que esto tiene para la estabilidad y respuesta humanitaria.
Del total de desplazados, 276 mil personas han cruzado a Siria, y el 70% de ellos son sirios que anteriormente huyeron de su país debido a la guerra. ACNUR detalla que seis de cada 10 refugiados son menores de 18 años, lo que subraya el impacto desproporcionado de la crisis en la infancia. La mayoría ha cruzado por el paso de Masnaa, el cual sufrió ataques aéreos el pasado 4 de octubre tras ser señalado como punto estratégico utilizado por el grupo chií Hezbolá.
Paralelamente, más de 11 mil libaneses han llegado a Irak desde el 27 de septiembre, ingresando tanto por fronteras terrestres como por los aeropuertos de Bagdad y Nayaf. La mayoría de estos desplazados también son mujeres y niños, representando el 62% del total de llegadas, lo que evidencia la vulnerabilidad de estos grupos en situaciones de desplazamiento forzado.
Ante la magnitud de esta crisis, agencias de la ONU han solicitado 324 millones de dólares para atender las necesidades de unas 480 mil personas en Siria durante los próximos seis meses. Esta cifra refleja no solo el flujo actual de desplazados, sino también la previsión de que la violencia y la migración masiva continuarán en el corto plazo.
La situación exige una respuesta rápida y coordinada para garantizar acceso a refugio, alimentos y servicios médicos a los desplazados, quienes enfrentan condiciones precarias. Además, la región sigue bajo presión, ya que los conflictos prolongados y los intereses geopolíticos dificultan la implementación de soluciones sostenibles.