A quien beneficia un dólar débil

En un contexto de crecientes tensiones comerciales y un déficit comercial que alcanzó los 1,21 billones de dólares en 2024, según datos del Census Bureau, la idea de debilitar el dólar emerge como una estrategia prometedora para revitalizar las exportaciones de Estados Unidos. Esta táctica, que ha sido parte del discurso económico de la administración de Donald Trump, busca hacer que los productos estadounidenses sean más atractivos en el mercado global al reducir su costo para compradores extranjeros. La competitividad internacional, un objetivo clave para Trump, podría encontrar en esta medida un impulso significativo.

Un dólar más débil tiene un efecto directo: abarata los bienes fabricados en Estados Unidos frente a competidores como China o la Unión Europea. Por ejemplo, un automóvil producido en Detroit costaría menos en euros o yenes, aumentando su demanda en mercados clave. Según analistas de El Confidencial, esta estrategia podría contrarrestar la pérdida de terreno de EE.UU. en la producción de manufacturas, un sector donde el país ha mostrado debilidad estructural frente a potencias industriales como Alemania, que registró un superávit comercial de 84.800 millones de dólares con EE.UU. en el último año.

Además, esta política podría ser un bálsamo para el abultado déficit comercial estadounidense. Al incentivar las exportaciones, se reduciría la brecha entre lo que el país vende y compra al exterior, un desequilibrio que Trump ha criticado duramente desde su primera campaña. Datos recientes de EL PAÍS muestran que el déficit con China sigue siendo elevado, con 295.402 millones de dólares en 2024, a pesar de los aranceles impuestos. Un dólar más accesible podría lograr lo que las barreras comerciales no han conseguido: un reequilibrio sostenido.

La administración Trump ha dejado claro su interés en influir en el valor del dólar. Según El Economista, debilitar el tipo de cambio ha sido una herramienta contemplada para fortalecer la industria nacional, especialmente en sectores como la manufactura y la agricultura, golpeados por la fortaleza previa de la moneda. Esta visión choca con la tradicional preferencia por un dólar fuerte como símbolo de estabilidad, pero se alinea con el enfoque pragmático de “America First”, priorizando resultados tangibles sobre percepciones globales.

Otro aspecto positivo es el potencial impacto en el empleo. Más exportaciones significan mayor producción, lo que podría traducirse en la creación de puestos de trabajo en estados industriales clave como Michigan o Ohio. Un informe del Instituto Peterson de Economía Internacional sugiere que un dólar competitivo podría revitalizar regiones afectadas por la deslocalización, un tema sensible para la base electoral de Trump. Este beneficio doméstico refuerza la narrativa de una política económica centrada en los intereses nacionales.

Sin embargo, la estrategia no está exenta de riesgos, y Trump lo sabe. Él mismo ha advertido, según Infobae, que el abuso de sanciones económicas podría erosionar la hegemonía del dólar, empujando a países como Rusia o China a buscar alternativas como el yuan. Un dólar débil intencionado podría acelerar este proceso, pero a corto plazo, los beneficios para las exportaciones parecen pesar más en la balanza de la administración, que apuesta por resultados inmediatos en un entorno económico volátil.

La experiencia histórica también respalda esta táctica. En 1985, el Acuerdo del Plaza debilitó el dólar para impulsar las exportaciones estadounidenses, logrando un repunte en el comercio exterior. Economistas como Robert Triest, citado en EL PAÍS, ven paralelismos con ese momento, sugiriendo que una política bien ejecutada podría replicar éxitos pasados. La diferencia ahora es el contexto global: una economía más interconectada y una Reserva Federal que mantiene su independencia frente a las presiones de la Casa Blanca.

En conclusión, un dólar más débil podría ser el as bajo la manga de Trump para fortalecer las exportaciones y atacar el déficit comercial, dos pilares de su agenda económica. Aunque el camino no está libre de obstáculos —inflación y tensiones geopolíticas entre ellos—, los aspectos positivos, como mayor competitividad, empleo y reequilibrio comercial, ofrecen una perspectiva alentadora. En un mundo donde la supremacía económica de EE.UU. enfrenta retos crecientes, esta estrategia podría marcar la diferencia.

 

También te podría interesar

Deja un comentario