El 10 de junio de 1935, en medio de una atmósfera tensa marcada por huelgas y un creciente descontento social, Plutarco Elías Calles, el «Jefe Máximo de la Revolución», convocó a un grupo de senadores a su casa en Las Palmas, Cuernavaca. Esta reunión no solo sería un punto de inflexión en su carrera política, sino también en la historia política de México.
Durante la reunión, Calles expresó su preocupación por la creciente influencia de un ala de izquierda dentro de la Cámara de Diputados, la cual describió con términos despectivos, acusándolos de perseguir intereses propios bajo la fachada de la reforma social. Estas declaraciones, filtradas y publicadas, agitaron aún más el ya volátil ambiente político y social del país.
En respuesta a la filtración, Calles trató de reafirmar su relación con el presidente Lázaro Cárdenas mediante mensajes en los periódicos, insistiendo en que su amistad era inquebrantable. Sin embargo, la situación se descontroló rápidamente. El 12 de junio, Cárdenas publicó una carta que llamaba a la reflexión sobre el deber revolucionario, señalando indirectamente la disconformidad con la dirección que Calles quería imponer.
El clímax de esta crisis política llegó rápidamente. El 14 de junio, Cárdenas anunció la renuncia de todo su gabinete, marcando un claro intento por distanciarse del control de Calles y redefinir el rumbo del gobierno. Al día siguiente, recibió la renuncia de Pascual Ortiz Rubio, entonces presidente del Partido Nacional Revolucionario (PNR), consolidando así su intención de eliminar cualquier vestigio del callismo en su administración.
La situación culminó con el apoyo unánime que Cárdenas recibió de las centrales obreras, universidades, y la milicia, dejando a Calles políticamente aislado. El 16 de junio, reconociendo su derrota, Calles declaró que se retiraba de la vida pública, deslindándose de cualquier responsabilidad futura en los asuntos del país.
El 18 de junio, en un acto que simbolizaba el fin de una era, Calles partió de Ciudad de México hacia el exilio. Su viaje lo llevó primero a Guadalajara y luego a Mazatlán, finalizando en su rancho El Tambor en Sinaloa. Este no sería el fin de sus tribulaciones, pues diez meses después, en abril de 1936, fue acusado de estar detrás de un atentado y exiliado definitivamente.
La figura de Plutarco Elías Calles, que una vez dominó el panorama político mexicano, se desvaneció, dejando tras de sí un legado de autoritarismo y reforma. Su exilio no solo marcó el final de su influencia directa, sino que también simbolizó la transformación de México hacia un estado más moderno y democrático bajo la dirección de Cárdenas.