Es una escena común: perros y dueños que parecen compartir más que solo un vínculo. Desde rasgos físicos similares hasta comportamientos casi idénticos, este fenómeno ha despertado la curiosidad tanto de científicos como de amantes de las mascotas. Diversos estudios han explorado este curioso parecido, revelando que la semejanza entre los perros y sus dueños tiene bases evolutivas, psicológicas y sociales.
¿Qué dice la ciencia?
Uno de los estudios más famosos fue el realizado por los psicólogos Nicholas Christenfeld y Michael Roy, quienes demostraron que las personas podían emparejar fotos de perros con sus dueños solo con mirar sus rostros. Este resultado no es coincidencia, sino una evidencia de cómo tendemos a elegir mascotas con características similares a las nuestras, un fenómeno impulsado por el “efecto de mera exposición,” que nos hace sentirnos atraídos por lo familiar.
Además del aspecto físico, el temperamento de los perros suele asemejarse al de sus dueños. Investigaciones del psicólogo social William J. Chopik revelan que los perros pueden desarrollar rasgos como la extroversión o la amabilidad, alineándose con el carácter de quienes los cuidan. Este ajuste ocurre a lo largo de la convivencia, donde ambos influyen mutuamente, creando una especie de “sincronización” en su personalidad.
Para la investigadora Borbála Turcsán, el vínculo entre un perro y su dueño es tan fuerte que puede compararse al que existe entre un padre y un hijo. Los perros, como parte del proceso de domesticación, desarrollaron una profunda dependencia emocional hacia los humanos, adaptando su comportamiento en función de cómo perciben las reacciones de sus dueños, lo cual los ayuda a manejar situaciones nuevas o de estrés con mayor tranquilidad.
La convivencia diaria fortalece el lazo entre perros y personas, generando una influencia mutua. Cerca de un tercio de la personalidad de los perros es genética, pero el resto se moldea según el entorno, en especial bajo la guía de sus dueños. Esta adaptación es clave para que los perros interpreten señales emocionales, como el miedo o la alegría, demostrando empatía y, en algunos casos, hasta “imitando” las reacciones humanas.
La domesticación, con más de 11,000 años de historia, permitió que los perros se adaptaran al mundo humano de manera única. Stefanie Riemer, experta en comportamiento animal, explica que los perros han evolucionado para comprender señales humanas, reflejando, en parte, características de sus dueños. Este proceso, según Riemer, ha “programado” a los perros para depender de los humanos, fortaleciendo aún más su lazo.
Aunque los hallazgos son fascinantes, los estudios enfrentan limitaciones, como el hecho de centrarse principalmente en razas puras. Además, la percepción subjetiva de los dueños sobre la personalidad de sus perros podría influir en los resultados, sugiriendo la necesidad de métodos estandarizados para entender mejor estas similitudes.