Por Bruno Cortés
La economía mexicana está bajo los reflectores, y no por las mejores razones. Moody’s, la agencia calificadora de renombre global, ajustó a la baja sus expectativas para el crecimiento del país: ahora proyecta un modesto 1.5% en 2024 y apenas 1.3% para 2025. Pero más allá de los números, esta noticia nos pone a reflexionar sobre cómo México puede sortear los retos que vienen.
Entre las causas que señala Moody’s, hay un par de factores que suenan como campanadas de alerta: el impacto de las altas tasas de interés y, sobre todo, las políticas económicas que podrían emerger tras el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Sí, el «efecto Trump» no es cosa menor, y aquí en México ya se siente el aire de incertidumbre que recorre nuestras industrias.
Un vecino complicado y sus políticas proteccionistas
De entrada, la sombra de Trump trae consigo políticas comerciales proteccionistas que, según los analistas, podrían sacudir a sectores clave como la manufactura y el comercio minorista. ¿Qué significa esto? Imagina cadenas de suministro que se interrumpen, exportaciones que enfrentan nuevos aranceles y empresas que pierden competitividad frente a otras regiones. Baja California, Nuevo León y Tamaulipas, tres potencias en el comercio con Estados Unidos, son los estados que más pueden resentir estos cambios.
Pero eso no es todo. Si la administración de Trump endurece sus políticas migratorias, sectores como la agricultura y la construcción, que dependen de la mano de obra migrante, también podrían enfrentar una crisis de recursos humanos. En pocas palabras, los desafíos no solo serán económicos, sino también sociales.
Déficit fiscal y credibilidad en juego
Otro tema que preocupa a Moody’s es el déficit fiscal proyectado en un 6% del PIB para 2024. Esto representa un cambio radical respecto a los déficits controlados que históricamente había mantenido México. Según la agencia, este aumento, combinado con un debilitamiento de las instituciones y el marco político, podría erosionar la confianza en nuestra economía.
Para Moody’s, el panorama luce aún más gris por la incertidumbre que generan las políticas fiscales y económicas del actual gobierno. Con una perspectiva de calificación que ha pasado de «estable» a «negativa», la advertencia está clara: si las cosas no mejoran, la calificación crediticia del país podría sufrir otro ajuste.
¿El vaso medio lleno?
Pero no todo está perdido. Aunque las noticias parecen desalentadoras, la resiliencia de México no puede subestimarse. Las industrias mexicanas han demostrado, una y otra vez, su capacidad para adaptarse a cambios globales. Además, los ojos están puestos en las decisiones que el gobierno tomará en los próximos meses para fortalecer las instituciones, atraer inversión y diversificar las relaciones comerciales.
Al final, el reto está en cómo enfrentamos estas adversidades. Moody’s ha puesto la pelota en nuestra cancha, y ahora toca a México demostrar que, aunque las aguas sean turbulentas, tenemos la capacidad de navegar hacia un futuro más sólido. ¿Estamos listos para remar juntos?