Por Bruno Cortés
El PRI, ese gigante de la política mexicana que por décadas parecía indestructible, hoy está al borde de un abismo. Desde que Alejandro Moreno Cárdenas, conocido como “Alito”, asumió la presidencia del partido en 2019, el drama no ha cesado, y lo que alguna vez fue un bastión de poder se ha convertido en un barco que hace agua por todos lados. La cifra que más retumba es la de los 5 millones de priistas que han dicho adiós, representando casi el 80% de su base original. Un éxodo que no solo es numérico, sino simbólico: el PRI se desangra, y la hemorragia parece imparable.
El liderazgo de Moreno, marcado por escándalos y acusaciones de autoritarismo, ha alienado a figuras clave que alguna vez fueron la columna vertebral del partido. Uno de los momentos más tensos llegó con su reelección, un movimiento que muchos tacharon de traición a los principios del PRI. Entre los que alzaron la voz en contra estaba Manlio Fabio Beltrones, un nombre que evoca poder, experiencia y un legado político cargado de sombras. Beltrones, quien alguna vez manejó los hilos del partido con mano de hierro, no dudó en calificar la reelección de Moreno como una “vocación reeleccionista” que dejó al PRI a la deriva. Sus críticas no fueron palabras al aire; marcaron el inicio de una desbandada que sacudió las bases del partido.
El enfrentamiento entre Moreno y Beltrones no es solo una disputa de egos; es una batalla que revela las grietas más profundas del PRI. La salida de figuras emblemáticas como Claudia Ruiz Massieu y Miguel Ángel Osorio Chong fue un golpe que retumbó en los pasillos del poder. Sus salidas no fueron casualidad; fueron un grito de desesperación, un “hasta aquí” a un liderazgo que para muchos es más una carga que un salvavidas.
Pero la lista de deserciones no termina ahí. Eruviel Ávila y Omar Fayad, exgobernadores con trayectorias importantes, también optaron por abandonar el barco antes de que se hunda por completo. Fayad, por ejemplo, decidió tomar una ruta más diplomática y aceptó un cargo en Noruega, una salida elegante que no oculta la desconfianza en el liderazgo de Moreno.
Mientras tanto, Alejandro Moreno enfrenta una tormenta de críticas internas que no cesa. La cifra de más de 250 priistas exigiendo su renuncia es una muestra de la desesperación que reina en el partido. Los escándalos de corrupción que han manchado al PRI desde los tiempos de Enrique Peña Nieto siguen siendo un lastre, una carga que ni la retórica más hábil puede aligerar.
La sombra de Manlio Fabio Beltrones, aunque ya no está oficialmente en el partido, sigue pesando. Su alejamiento y críticas abren una pregunta inquietante: ¿puede el PRI renacer sin romper con sus fantasmas del pasado? La falta de credibilidad, las pugnas internas y la pérdida de conexión con su base han convertido al PRI en un espejismo de lo que alguna vez fue.
Si quieres saber cómo el PRI llegó a este punto de no retorno y qué papel juegan las deserciones y las traiciones en su actual crisis, esta nota es para ti. Porque, en este drama político, aún quedan capítulos por escribir y el desenlace podría cambiar el curso de la política mexicana para siempre.