Por Armando Jimenez
Si te das una vuelta por las colonias Roma y Condesa, verás cómo la CDMX está cambiando el guion. Cafés hipster, boutiques de diseño, y esos edificios de antaño restaurados dan una nueva vibra a estos barrios clásicos. A simple vista, el fenómeno de la gentrificación parece un regalo: le devuelve brillo a zonas olvidadas y atrae visitantes de todas partes. Pero, ¿a qué costo se está logrando esta “transformación”?
La gentrificación ha llegado para quedarse, y el asunto no es tan simple como decir que es algo bueno o malo. En La Roma y La Condesa, la oleada de renovación pone a la CDMX en el mapa global, dándole un toque cosmopolita que muchos disfrutan y que, en teoría, revitaliza zonas un tanto descuidadas. Los parques lucen mejor cuidados, los negocios prosperan, y la infraestructura mejora. Sin embargo, detrás de esta modernización viene un lado complicado: rentas que se disparan, familias que llevan décadas en estos barrios y ahora enfrentan el desplazamiento, y un comercio local que se ve forzado a adaptarse o cerrar.
La “nueva CDMX” luce moderna y atractiva, pero quienes siempre han vivido en La Roma y La Condesa comienzan a extrañar ese sentido de comunidad y pertenencia de toda la vida. Esos negocios tradicionales como la tortillería de la esquina, la tienda de abarrotes y la peluquería del barrio están siendo reemplazados por conceptos gourmet y tiendas para turistas. En La Roma, se ha registrado un incremento de hasta el 118% en los precios de las rentas, mientras que en La Condesa, muchas familias han tenido que buscar alternativas en colonias más asequibles. Las colonias populares de siempre van dejando espacio para una comunidad con mayor poder adquisitivo, y aunque esto puede ser un signo de prosperidad, también hace que los chilangos se pregunten si aún reconocen sus propios barrios.
Para quienes han vivido toda su vida en La Roma y La Condesa, ver cómo se diluye la esencia barrial es triste. Se pierden las historias y las caras conocidas, y con ellas un poco del alma de la CDMX. Y es que, si bien la gentrificación trae beneficios, también transforma la dinámica cultural y económica del entorno. Hay quienes sugieren que este cambio podría ser mejor gestionado con regulaciones que no sólo promuevan la modernización, sino que también garanticen vivienda accesible y preserven la identidad del barrio.
Entonces, ¿qué podemos esperar de esta metamorfosis de la CDMX? En última instancia, el reto de la ciudad es mantener el equilibrio: revitalizar sin borrar, crecer sin desplazar y transformar sin olvidar las raíces que hicieron únicas a estas colonias.