Por Juan Pablo Ojeda
Haití atraviesa una crisis política y humanitaria sin precedentes, marcada por un aumento alarmante de asesinatos, secuestros y una grave crisis alimentaria. En este contexto, el Consejo de Gobierno de Haití destituyó al primer ministro Garry Conille, quien había sido nombrado en mayo de 2023 con la misión de estabilizar el país y preparar el camino para las elecciones presidenciales programadas para el próximo año.
Conille, un médico de 58 años y exfuncionario de las Naciones Unidas, fue elegido para tomar las riendas del país en un momento crítico, con la esperanza de llevar a cabo reformas clave en un Haití desgarrado por la violencia de las pandillas. A pesar de contar con el respaldo de la comunidad internacional, su mandato fue marcado por crecientes desafíos, entre ellos el recrudecimiento de la violencia en Puerto Príncipe, la capital, y el avance de grupos armados que controlan gran parte del territorio.
Destitución en medio de la crisis de violencia
La destitución de Conille, en medio de un contexto de creciente inseguridad, ha causado sorpresa y preocupación tanto dentro como fuera de Haití. En un país donde la violencia de las pandillas ha generado un ambiente de terror y desplazamientos forzados, la decisión fue tomada por el Consejo de Transición, un órgano de gobierno que, desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, ha ejercido funciones de poder en ausencia de un presidente electo.
Garry Conille, que había vivido fuera de Haití por más de una década, fue visto como una figura independiente de la política tradicional haitiana. Su trabajo en UNICEF y su perfil internacional le otorgaron la confianza de los donantes internacionales, lo que lo convirtió en una figura clave en los esfuerzos por restaurar la paz en el país. Sin embargo, su mandato estuvo marcado por el creciente control de las pandillas sobre sectores clave de la capital y otras regiones, y la imposibilidad de llevar a cabo elecciones presidenciales en medio de la inestabilidad.
Nombramiento de un nuevo primer ministro
Tras la destitución de Conille, el Consejo de Transición nombró a Alix Didier Fils-Aimé como su sucesor. Fils-Aimé, un empresario haitiano y excandidato al Senado, asumirá el cargo en un momento de extrema fragilidad política. Fils-Aimé, quien también fue presidente de la Cámara de Comercio de Haití, tiene un perfil empresarial y se describe como un «ciudadano comprometido». La noticia de su nombramiento fue publicada en un decreto oficial en el diario Le Moniteur, aunque su capacidad para lidiar con la violencia y la crisis política que enfrenta el país sigue siendo incierta.
Este cambio de liderazgo ocurre en un contexto en el que Haití no ha tenido un presidente desde el asesinato de Jovenel Moïse en julio de 2021. Desde entonces, el país ha quedado sumido en un vacío de poder, con elecciones postergadas repetidamente debido a la inseguridad y la falta de consenso político. La salida de Conille, junto con la renuncia de su antecesor Ariel Henry en abril de 2023, refleja el fracaso de las instituciones haitianas para restaurar la estabilidad política y avanzar hacia un gobierno legítimo y democrático.
Un golpe de Estado de facto
La destitución de Conille ha sido vista por muchos analistas como un golpe de Estado de facto, ya que el proceso de destitución de un primer ministro está claramente establecido en la constitución haitiana, y corresponde al Parlamento tomar tal decisión. Sin embargo, en la ausencia de elecciones y con un Parlamento inexistente, el Consejo de Transición ha tomado esta medida, lo que pone en duda la legitimidad de su acción. Para algunos, la destitución de Conille refleja las tensiones políticas internas y la influencia de las pandillas y grupos de poder dentro de la estructura del gobierno.
La salida de Conille representa un nuevo revés para Haití, que sigue luchando por superar una crisis política, económica y social. La falta de un liderazgo estable, sumada a la creciente violencia y los problemas humanitarios, sigue siendo un obstáculo clave para la paz y el desarrollo en el país.
La difícil situación humanitaria
Mientras Haití enfrenta una crisis política sin solución clara, la situación humanitaria empeora rápidamente. La violencia de las pandillas ha llevado a un aumento dramático de asesinatos, secuestros y desplazamientos forzados. La inseguridad ha hecho que muchas zonas del país, especialmente en la capital, se encuentren bajo el control de grupos armados, lo que ha complicado enormemente las labores de ayuda humanitaria y el acceso a servicios básicos.
Además, Haití se enfrenta a una crisis alimentaria severa, con miles de personas luchando por acceder a alimentos y servicios médicos. La falta de un gobierno estable y la creciente violencia han exacerbado la situación, generando una gran preocupación tanto a nivel local como internacional sobre el futuro del país.
El futuro incierto de Haití
El nombramiento de Alix Didier Fils-Aimé como primer ministro puede ofrecer un nuevo comienzo para Haití, pero su éxito dependerá de su capacidad para manejar la violencia de las pandillas, restaurar la seguridad y avanzar en el proceso electoral. En un país profundamente dividido y fragmentado, la reconstrucción de las instituciones democráticas y el restablecimiento del Estado de Derecho parecen más lejanos que nunca.
Conille deja el cargo en medio de un país sumido en el caos, con la esperanza de una pronta recuperación política y social cada vez más distante. La comunidad internacional, que ha mantenido una presión constante sobre Haití para avanzar hacia la estabilidad, ahora se enfrenta a la difícil tarea de trabajar con un nuevo liderazgo que tendrá que lidiar con uno de los entornos más complejos de América Latina.