En la penumbra de la Biblioteca Ambrosiana, ubicada en el corazón de Milán, se encuentra uno de los tesoros más grandes de la humanidad: el Códice Atlántico. Esta vasta compilación de 12 volúmenes, creada entre 1478 y 1519, lleva consigo el sello inconfundible de Leonardo da Vinci, quien no solo fue un pintor y escultor, sino también un científico, inventor y visionario.
Cada hoja del Códice es un viaje a través de la mente de Leonardo, donde se encuentran diseños de catapultas, estudios sobre el vuelo de las aves, y esbozos de lo que podríamos considerar los antepasados de los tanques de guerra y las máquinas de movimiento perpetuo. La escritura de Leonardo, en su característico estilo de espejo, añade un toque de misterio, como si cada página contuviera mensajes cifrados solo para los más persistentes.
Una anécdota particularmente divertida ocurrió en 1815, cuando un emisario de la Casa de Austria, encargado de recuperar obras de arte de París, confundió el valioso códice con un manuscrito chino debido a la escritura inversa de Da Vinci. Afortunadamente, el error fue corregido por el escultor italiano Antonio Canova, salvando así este tesoro para la posteridad.
El nombre «Atlántico» no hace referencia al océano, sino al formato de las hojas, grandes como las usadas para los atlas. Este detalle, junto con la inscripción en el encuadernado original que alude a «dibujos de máquinas y de las artes», nos da una idea de la magnitud y la profundidad de los intereses de Leonardo. Las páginas nos llevan desde los estudios de mecánica en Florencia hasta las observaciones astronómicas en Milán, mostrando la vida de un hombre que nunca dejó de buscar el conocimiento.
Pompeo Leoni, un escultor del siglo XVI, fue el responsable de reunir estos documentos después de la muerte de Leonardo, creando así el Códice Atlántico y otro conjunto conocido como la colección Windsor. La compilación de Leoni es una muestra de cómo el arte y la ciencia pueden entrelazarse, con Leonardo siendo el puente perfecto entre ambos mundos.
El contenido del códice es tan diverso como los intereses de Da Vinci: desde la arquitectura hasta la hidráulica, pasando por la anatomía y la música. Un folio en particular, el 845r, muestra estudios detallados sobre el vuelo, donde Leonardo captura la gracia y la ciencia de las aves en movimiento. Otro, el 199v, contiene un espectacular plano de Milán, revelando no solo su ingenio como cartógrafo sino también su amor por la ciudad que le acogió durante tantos años.
Pero el Códice Atlántico no es solo un libro; es una ventana a un momento histórico donde el arte y la ciencia eran casi indistinguibles. La digitalización reciente ha permitido que el mundo entero pueda admirar estos folios, acercando a todos un poco más al genio de Leonardo. Ahora, cualquier persona puede explorar estos dibujos y escritos desde la comodidad de su hogar, aunque nada supera la sensación de estar en presencia del original, sintiendo el peso de la historia en cada página.
A través de estos documentos, podemos ver cómo Leonardo anticipaba ideas que hoy damos por sentadas: desde el concepto de un paracaídas hasta la idea de una ciudad con una red de canales eficiente. Cada página es una prueba de su mente visionaria, siempre buscando entender y mejorar el mundo a su alrededor.
Finalmente, las anécdotas y leyendas que rodean al Códice Atlántico son tan ricas como sus páginas. Se dice que Leonardo, en su lecho de muerte, aún pensaba en sus inventos, y es en este códice donde encontramos los últimos vestigios de su pensamiento, una prueba de su dedicación a la exploración hasta el último aliento.