El 4 de noviembre de 1922, el arqueólogo británico Howard Carter hizo historia al descubrir la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, cerca de Luxor, Egipto. Este hallazgo marcó un antes y un después en el mundo de la arqueología, al tratarse de una sepultura intacta y perfectamente conservada después de más de tres milenios. La tumba del faraón de la XVIII Dinastía no solo era un tesoro arqueológico sino un portal a la cultura y vida del Antiguo Egipto, con más de 5,000 objetos que revelaban el esplendor de su civilización.
La odisea de Carter y el apoyo de Lord Carnarvon
Carter, conocido por sus meticulosos métodos, había comenzado a trabajar para Lord Carnarvon en 1907, supervisando excavaciones en la región de Tebas. En 1914, Carnarvon obtuvo los permisos para explorar el Valle de los Reyes, y Carter retomó su papel con el objetivo de encontrar tumbas olvidadas, especialmente la de Tutankamón. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial pausó las excavaciones, y la falta de hallazgos llevó a Carnarvon a considerar la retirada de fondos en 1922. Finalmente, aceptó financiar una última temporada de exploración.
Un hallazgo que hizo historia
El 4 de noviembre, un aguador del equipo de Carter tropezó con una piedra que resultó ser el comienzo de una escalinata. Al excavarla, se encontró una puerta con sellos jeroglíficos. Carter notificó de inmediato a Carnarvon, quien viajó desde Inglaterra. El 24 de noviembre, la escalera se excavó por completo y el nombre de Tutankamón se hizo visible. Dos días después, Carter, con la ayuda de una vela, vislumbró los tesoros al otro lado de la puerta y exclamó la famosa frase: “¡Sí, puedo ver cosas maravillosas!”.
Exploración y legado
La entrada oficial a la tumba se realizó el 29 de noviembre de 1922 en presencia de dignatarios egipcios y, aunque mostraba signos de saqueo antiguo, la tumba estaba esencialmente intacta. El 16 de febrero de 1923, Carter abrió la puerta que daba al sarcófago del faraón, confirmando la magnitud de su hallazgo. Los trabajos de catalogación de los objetos, que incluían tronos, cofres y altares, tomaron casi una década y fueron trasladados al Museo Egipcio de El Cairo.
La muerte de Lord Carnarvon poco después del descubrimiento alimentó la leyenda de la «maldición de Tutankamón». Sin embargo, la dedicación de Carter y su equipo llevó a la comprensión de una de las épocas más fascinantes del Antiguo Egipto, perpetuando la historia y la riqueza cultural de este joven faraón.