En la década de los años 30, las motocicletas Henderson Streamliner eran la personificación del futurismo sobre dos ruedas. Con sus tubos de escape cromados y protectores aerodinámicos, estas máquinas parecían haberse escapado de un episodio de «Los Supersónicos». El diseño no solo era estético, sino que también apuntaba a mejorar la eficiencia aerodinámica, algo que hoy es común en vehículos modernos.
Avanzando a los años 60, el ingeniero francés Jean Bertín nos presentó el tren aéreo Aérotrain, un vehículo que literalmente flotaba sobre una pista de hormigón gracias a un colchón de aire. Capaz de transportar hasta 80 pasajeros a velocidades de hasta 430 km/h, este tren parecía más una nave espacial que un medio de transporte terrestre. Aunque nunca se comercializó masivamente, el Aérotrain es un recordatorio de cómo la ingeniería de la época jugaba con la idea de la levitación, años antes de que los trenes de alta velocidad fueran habituales.
La tecnología vestible no es un invento del siglo XXI. En la década de los 90, Casio sorprendió al mundo con el WQV-1, un reloj que incluía una cámara. Aunque la calidad de imagen no era comparable a las cámaras actuales, representaba una visión temprana de lo que hoy conocemos como «wearables», demostrando que la idea de llevar la tecnología en la muñeca no era tan descabellada como se podría haber pensado.
El Mazda Cosmo de los años 90 fue otro ejemplo de la innovación que parecía adelantarse a su tiempo. Este coche no solo tenía una pantalla táctil para configurar el tablero, sino que también incorporaba un GPS, una televisión y un teléfono integrado. En una época donde estas tecnologías eran apenas un sueño para el consumidor promedio, el Mazda Cosmo ofrecía un vistazo al futuro de la automoción.
Antes de que internet hiciera del mundo un lugar conectado, el Sega Channel en los años 90 permitía a los jugadores disfrutar de videojuegos multijugador sin necesidad de una conexión a internet. Este sistema usaba un canal de cable especial para transmitir juegos, permitiendo a los usuarios jugar entre sí en tiempo real, algo que hoy conocemos como online gaming pero que entonces era una novedad absoluta.
En los años 50, Jim Walker presentó una cortadora de césped a control remoto, que él mismo apodó «La Cosa». Este invento permitía cortar el césped sin la necesidad de empujar el cortacésped, una idea que hoy se refleja en los robots cortacésped que se mueven de forma autónoma por los jardines.
Otro dispositivo que parecía anticipar el futuro fue el Routefinder, un «navegador» analógico que se llevaba como un reloj en la muñeca, con mapas en rollos de papel que se desplegaban para guiar al usuario. Aunque rudimentario comparado con los GPS modernos, mostraba una visión temprana de la navegación personalizada, una necesidad que hoy es fundamental.
Finalmente, el concepto de videollamadas no es tan moderno como podríamos pensar. Ya en 1936, el Servicio Postal Alemán ofrecía un servicio de videollamadas, aunque fue interrumpido por la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, la idea perduró, y décadas después, la videocomunicación se convirtió en una parte integral de nuestras vidas, gracias a dispositivos como el Picturephone de Bell Labs en 1964.