Por Juan Pablo Ojeda
Tras el fallecimiento del papa Francisco a los 88 años, su histórica visita apostólica a México en 2016 vuelve a cobrar fuerza como uno de los momentos más significativos de su pontificado en América Latina. Durante seis días, del 12 al 17 de febrero de ese año, el líder de la Iglesia Católica abordó temas fundamentales que continúan siendo parte del debate nacional: migración, justicia social, pueblos indígenas, corrupción, exclusión y violencia.
Francisco —el primer papa latinoamericano— recorrió Ciudad de México, Ecatepec, Chiapas, Michoacán y Ciudad Juárez, donde dejó un mensaje contundente: México no puede resignarse ante la desigualdad, la violencia ni la indiferencia institucional.
Ciudad Juárez: “No más muerte ni explotación”
Uno de los momentos más recordados fue su paso por Ciudad Juárez, punto clave en la ruta migratoria hacia Estados Unidos. Allí, el Papa denunció con firmeza la crisis humanitaria que significa la migración forzada:
“¡No más muerte ni explotación!”, exclamó en la frontera, donde ofició misa ante miles de fieles.
También visitó el CERESO de Juárez, donde cuestionó los sistemas de seguridad basados únicamente en el encierro:
“Ya tenemos varias décadas perdidas creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando”, expresó, apelando a la necesidad de un modelo centrado en la dignidad y reinserción social.
Ese mismo día, al reunirse con empresarios y trabajadores, denunció la cultura del descarte:
“Dios pedirá cuentas a los esclavistas de nuestros días […] El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas”, sentenció.
Chiapas: Perdón a los pueblos indígenas
En San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Francisco se reunió con comunidades indígenas y pidió perdón por los abusos cometidos contra ellas:
“Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. […] ¡Perdón, hermanos!”, dijo el pontífice, en un gesto sin precedentes.
Francisco defendió su derecho a preservar sus lenguas, cultura y relación con la naturaleza, señalando que las culturas originarias “tienen mucho que enseñarnos”.
Morelia: Contra la violencia y el narcotráfico
En Michoacán, el Papa ofreció un mensaje esperanzador para la juventud en una región golpeada por el crimen organizado:
“Jesús, el que nos da la esperanza, nunca nos invitaría a ser sicarios”, dijo ante miles de jóvenes, al tiempo que llamó a no caer en el camino fácil del narcotráfico.
También alertó a los sacerdotes sobre la “tentación de la resignación” ante la corrupción y el crimen, instándolos a salir de las sacristías y acompañar al pueblo.
Ecatepec: Contra la riqueza, la vanidad y el orgullo
En el Estado de México, Francisco advirtió sobre tres grandes tentaciones que enfrenta la sociedad:
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La riqueza que oprime,
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La vanidad que busca prestigio personal,
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El orgullo que desprecia a los demás.
Estas palabras resonaron en uno de los municipios más densamente poblados y desiguales del país.
Basílica de Guadalupe: Un mensaje de fe y unidad
En la Basílica de Guadalupe, uno de los recintos religiosos más importantes del continente, el Papa oró en silencio ante la imagen de la Virgen, acompañado por casi 50 mil católicos. Fue un momento íntimo y simbólico que muchos consideran el más emotivo de su visita.
Un llamado final: “No pierdan la esperanza”
Antes de partir, el papa Francisco dejó un último mensaje a los mexicanos:
“No pierdan la esperanza. Sigan soñando con un país justo, reconciliado y solidario”.
En retrospectiva, su viaje a México no solo fue una gira pastoral, sino un pronunciamiento político y social profundo, dirigido a un país atrapado entre desafíos estructurales que, a día de hoy, siguen sin resolverse del todo.